José Apezarena

Pedro Sánchez saca la patita antimonárquica

Felipe VI recibe a Pedro Sánchez en la ronda de consultas tras las elecciones generales.
Felipe VI recibe a Pedro Sánchez en la ronda de consultas tras las elecciones generales.

Cuando se planteó la abdicación de don Juan Carlos en su hijo Felipe, una de las preocupaciones en el Gobierno y en La Zarzuela fue cómo podía comportarse el segundo partido del país, el PSOE. Y, más en concreto qué posición tomaría si, en ese momento, al frente estuviera el nuevo y previsto secretario general, Pedro Sánchez.

En ámbitos de La Moncloa, y también en la propia Casa Real, existían serios recelos ante la sospecha de un oculto anti monarquismo de Pedro Sánchez que podría poner en riesgo la aprobación de la abdicación por el Congreso, y con ello sumir al país en una grave crisis política, de consecuencias imprevisibles.

Fue entonces cuando Alfredo Pérez Rubalcaba echó mano de su sentido de Estado, y decidió mantenerse durante un tiempo más, de forma transitoria, en la secretaría general del PSOE, con el fin de conservar las riendas del partido y asegurar que sus diputados no crearían problemas con la cuestión monárquica y votarían a favor de ratificar la abdicación y la proclamación de Felipe de Borbón. Como así sucedió.

Ocurre que Pedro Sánchez no parece demasiado fiable en cuanto a sus presuntas convicciones. No hace falta recurrir a la famosa frase atribuida a Groucho Marx: "Estos son mis principios, pero, si no le gustan, tengo otros".

De esa variabilidad existen ejemplos abundantes. Desde su repetida frase del "no es no", luego desmentida, hasta aquellas declaraciones diciendo que suprimiría el ministerio de Defensa, un departamento que ahora califica de "ministerio de Estado" y considera imprescindible.

Sus pactos de sangre con los otrora denostados independentistas son una muestra más. Lo mismo que la promesa de que presentaba la moción de censura contra Rajoy con el fin de arreglar unos problemas urgentes del país, para a continuación, cuando antes, convocar elecciones generales. Cosa, que evidentemente, no ha cumplido. Ni piensa cumplir.

Entrando en la materia que venimos abordando, desde que aterrizó en La Moncloa, Pedro Sánchez se ha dedicado a rebajar y ocultar la figura del monarca, al que, no solamente no ha otorgado ningún protagonismo internacional, sino que incluso le ha desplazado, lo ha sustituido, como ocurrió con la reciente visita a Cuba. Eso se llama ningunear. Acompañado de su señora esposa.

Podría parecer que, en este asunto concreto, es decir, en lo internacional, lo que el presidente busca no es tanto oscurecer la figura del rey, cuando enaltecer la suya propia, asumiendo para ello un irrefrenable calendario de viajes, visitas, entrevistas y reuniones, en todas partes y a todos los niveles. Por supuesto, en busca de la foto, la escena y la imagen que llenen telediarios y centren las portadas de los periódicos.

Pero cuando ya se la ha empezado a ver el plumero del todo es con las declaraciones que acaba de hacer, mostrándose partidario de suprimir la inviolabilidad del rey.

 

Lo ha hecho, por cierto, a las pocas horas de la derrota estrepitosa de su partido en Andalucía, un resultado que anuncia el punto final de cuarenta años de gobierno socialista. Convenía aparcar los ecos de ese fracaso, y el consecuente debate, y nada mejor que extraer otro conejo de la chistera, a lo que tan aficionado se ha mostrado el señor presidente desde que llegó a La Moncloa.

¿A qué viene plantear ahora la inviolabilidad, aireándola también a los cuatro vientos? Alguien puede replicar que Pedro Sánchez se limitó a responder a una pregunta que le habían hecho. No es explicación suficiente, porque cualquier político medianamente entrenado sabe tirar balones fuera cuando le interesa, cuando no desea entrar en un asunto.

Ante cuestiones enojosas o incómodas, siempre cabe la evasión, la respuesta genérica. Algo parecido a esto: "Le agradezco la pregunta, que es muy interesante. No tenga duda de que estudiaremos todos los asuntos". Y ya está.

Pero no. Lo que respondió es que la inviolabilidad del rey que recoge la Constitución ha quedado obsoleta "sin ninguna duda".

Voy dejar clara mi posición a este respecto. No tengo inconveniente en que se analice y estudie ese asunto, en que se replantee. No me parece algo imposible suprimir la inviolabilidad. Pero pienso que asuntos tan delicados, con tantas consecuencias, deben debatirse en los ámbitos adecuados. Y que, sacarlo a los cuatro vientos, lo que en realidad provoca es montar el escándalo político. Y reavivar la cuestión de la forma monárquica del Estado.

Eso es lo que acaba de hacer Pedro Sánchez. Y no de una forma inocente.

Por si faltara algo, ha puesto en boca del propio monarca la afirmación de que el rey sería favorable a la eliminación de esa prerrogativa.

Si Felipe VI no le ha confiado algo así, Pedro Sánchez estaría cometiendo una villanía. Y si alguna vez se lo ha dicho, el presidente incurre en deslealtad, traicionando su confianza al revelar conversaciones que deben quedar en el ámbito exclusivo de ambos dos.

Son, en fin, unos "servicios" evidentes del señor presidente a la causa anti monárquica. Sánchez ha sacado la patita.

editor@elconfidencialdigital.com

En Twitter @JoseApezarena

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