‘Periodismófobo’, ácido y mártir: un mes en el escaño tuitero del diputado Echenique

Unos diez tuits por día. Casi todos en contra de: de los medios de comunicación, del PP, de Vox, de la Casa Real, de Díaz Ayuso, de Ciudadanos, de las grandes corporaciones… El resto de sus mensajes son para ensalzar al líder de Podemos o a los demás morados con plaza en el Gobierno. No hay críticas constructivas. Ni un “perdón”. Ni un “quizás esto podemos hacerlo mejor”. Muchos “el mundo está contra nosotros”. Unos cuantos nombres en su diana, más allá de Vicente Vallés. Los que trajinan con Pablo Echenique en el Congreso dicen que en la vida real es “divertido”, “listo” y “ocurrente”. Que se puede hablar con él. Su ‘escaño’ en las redes sociales habla a gritos desde las antípodas. 

En la casa tuitera del diputado Echenique hay poca luz, hace frío, el cabreo está en el ambiente, el juego de la provocación constante echa chispas, las dianas con nombres propios están por las esquinas y todo es mal, y todo es estómago, y huele a bilis.

También hay salones spa para masajear al líder, para defenderlo de las jaurías, para salvarlo de las hogueras de opinión con una necesidad evidente de pelotear más de la cuenta al mesías de una causa.

Los pasillos son estrechos y cambiantes. Tramos empiristas o positivistas, recodos idealistas, esquinas materialistas y utilitaristas, y callejones sin salida disfrazados de estoicismo. En algunos momentos, incluso, asoma un corazón humano como si fuese un oasis en el pecho de una persona alimentando a un personaje.

Mucha emoción a flor de piel. O agresividad o caricias. Un mundo exterior lleno de cloacas. Un paraíso interior sin atisbos de goteras. Un universo de malos y buenos capital del maniqueísmo.

Sus señorías de la Cámara Baja concilian con otro Echenique: un tipo divertido, listo, ocurrente. “No muy próximo a los de otros partidos, pero respetuoso. Se puede hablar con él”.  El dualismo está en las redes. 

Al dato:

Más de 557.500 seguidores, y creciendo a lo largo de la semana. 1.970 seguidos congelados, la mayoría de ellos medios de comunicación, periodistas a los que critica, miembros del Gobierno, todas las marcas de su partido, líderes políticos de diferentes formaciones, hasta seis políticos de Vox, y José Manuel Soto.

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En un mes, Pablo Echenique ha escrito unos diez tuits al día. Más, seguramente, de lo que recomienden las teorías de comunicación política, porque a más verborrea, menos capacidad de acertar con prudencia. En un mes en el que los españoles tenemos un virus gigante en la cabeza y muchos fantasmas de incertidumbre -desempleo, crisis, inseguridad-, los mensajes azules del portavoz de Unidas Podemos en el Congreso de los Diputados están llenos de dianas extemporáneas, por este orden de obsesión: los medios de comunicación –“no dejes que te metan excrementos en el cerebro”-, el Partido Popular, Vox, Isabel Díaz Ayuso, la Casa Real, Ciudadanos y las grandes corporaciones empresariales.

 

En la cuenta de Twitter del diputado morado los adversarios políticos son enemigos a abatir o con ironía o con desprecio. No hay rastros de diálogo, de entendimiento, de puentes. No hay aplausos a un acierto del contrincante. No hay, ni siquiera, aplausos a Moncloa o a Pedro Sánchez, como dando a entender que en un Gobierno de coalición él está en el bando extraoficial. De sus dedos tuiteros salen solo odas a Pablo Iglesias, a Yolanda Díaz y, en menor escala, a Irene Montero. Además de muchas letras que pretenden convertir su formación política en los cristianos de un Coliseo virtual, en kétchup derramado injustamente sobre la arena del hemiciclo, en vidas perseguidas sin motivos.

El tono contra la Casa Real va más allá de lo que la educación de un republicano confeso dicta hacer en público, sobre todo habiendo prometido lealtad a la Constitución al recoger su acta como diputado.

Los tuits de Echenique son zanjas con olor a pomelo para enterrar las opiniones críticas o las versiones de los hechos que atacan la integridad de Podemos o de sus líderes. Faltan explicaciones, falta voluntad de explicar las cosas, falta voluntad de explicar las cosas para que sepamos la verdad. Cunde el barullo y la desinformación con adjetivos de pelea. Cunde la efervescencia sentimental. Cunde la intención de que los adeptos crean y los críticos alimenten la estrategia.

En el perfil de Twitter de Echenique falta voluntad de explicar las cosas para que sepamos la verdad. Cunde el barullo y la desinformación con adjetivos de pelea. Cunde la efervescencia sentimental. Cunde la intención de que los adeptos crean y los críticos alimenten la estrategia.

 

Su tuit fijado hasta el miércoles pasado decía así: “Los mismos pseudo-medios que ya trabajaron con mafiosos para amañar la democracia en 2016 están ahora llenando de basura falsa el debate público para romper el gobierno de coalición”. Representa bien el tono de sus mayorías: insultos -validados en rueda de prensa post Consejo de Ministros por parte del vicepresidente segundo del Gobierno-, denuncia sin argumentos no ideológicos, ataques, ínfulas de martirio, pero ninguna explicación que contrarreste con datos la presunta “basura falsa”.

Un diputado que se presenta en Twitter como “científico del CSIC” abjura del empirismo para avalar sus disparos con una dosis de probada realidad y anima a sus seguidores a tener fe ciega en que sus palabras son la prueba de la verdad.

Los objetivos más vapuleados en sus tuits en este arranque del verano -y antes- son los medios de comunicación, que entiende como grandes maquinarias de intereses exclusivamente empresariales orientados a destruir su partido. Solo hay algunas excepciones -La Última Hora, Eldiario.es, La Marea…- y sólo hay algunos periodistas que sí merecen el carné del gremio: Enric Juliana, Cristina Fallarás, Rosa María Artal, Max Pradera, Antón Losada, Antonio Maestre y Juanma del Olmo, secretario de Comunicación de Podemos.

Un diputado que se presenta en Twitter como “científico del CSIC” abjura del empirismo para avalar sus disparos con una dosis de probada realidad y anima a sus seguidores a tener fe ciega en que sus palabras son la prueba de la verdad

El resto son pasto de hoguera pública en una amplia gama de descalificativos que denotan una alta capacidad para escuchar con filtros. En un mes, hay críticas duras contra el trabajo de Vicente Vallés -avalado por buena parte de la sociedad no partidista y por las asociaciones profesionales de periodistas-, contra ABC –“¿Qué esperar de los periodistas del ‘¡Franco! ¡Franco! ¡Franco! Barcelona rescatada’ y el ‘feliz cumpleaños Adolf Hitler’?”-, contra Prisa, contra Cebrián, contra El Mundo, El Confidencial... Todos los medios que tienen preguntas sobre la verdad oficial de Podemos son ultraderecha o “derecha fake”, dos expresiones que vertebran la visceralidad de su libertad de expresión, como si defender sus propuestas implicara arremeter siempre contra un contrario, ya sea real o imaginario. 

También vemos que retuitea una vez a El País, para aprovecharse de sus críticas a Ayuso, o a La SER cuando avala la gestión del Gobierno de una pandemia con aciertos y con errores que no se asumen nunca. Pero su campaña contra Prisa, Vocento, Unidad Editorial y Atresmedia -sección Antena 3- es manifiesta.

Los tuits sobre el tema que ocupa el prime time de los españoles -el coronavirus y sus consecuencias- se pueden contar con los dedos de una mano, y la mitad son para exonerar a Pablo Iglesias de cualquier responsabilidad en la desatención política a las residencias de personas mayores vapuleadas durante esta crisis.

También hay cuatro tuis respaldando los derechos laborales de los profesionales sanitarios, normalmente más como crítica a la Comunidad de Madrid que como iniciativa personal por conseguir que aquellos aplausos que ahora parecen pleistoceno se conviertan en mejoras eficaces en las condiciones de trabajo de los líderes frente a la pandemia.

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Como dice Javier Gallego en Eldiario.es, “Echenique pasa demasiado tiempo en Twitter con bastante poco acierto”. Evidentemente. Es fácil meter en el mismo saco de estiércol a Vicente Vallés, Tamara Falcó, Trump, Bolsonaro, Javier Negre y Eduardo Inda y boxear en público con los guantes de la inquina personal. Lo difícil es conseguir rebajar el nivel de crispación nacional que el diputado critica mientras lo alimenta.

Es fácil meter en el mismo saco de estiércol visceral a Vallés, Falcó, Negre o Inda y boxear en público con los guantes de la inquina personal. Lo difícil es rebajar el nivel de crispación que el diputado critica cuando huele a ultraderecha, pero alimenta desde su perfil

En un mes en el que se ha aprobado el Ingreso Mínimo Vital, su señoría podría haber centrado su disparo en las familias que ganan, y no en los contrarios que pierden. En sus tuits, menos del 4% del contenido está dedicados a la gente de la calle. En el mes del Orgullo Gay, Echenique podría haber festejado los avances positivos, pero ha preferido convertir la causa LGTBi en un arma de pelea contra quienes él tacha de homófobos y retrógrados sin contrastar la realidad de sus insultos.  

En un mes en el que muchos padres cierran filas el centro escolar de sus hijos para preparar el curso que viene, la educación y la Universidad son cenicientas en sus tuits. En un mes en el que miramos a la ciencia esperando un futuro mejor, la ciencia de un “científico del CSIC” protagoniza tres tuis solitarios. Quien fuera feminista en mayo, ha abandonado la defensa de la igualdad de la mujer en junio y los albores de julio: solo cinco tuis sobre la cuestión, tres de ellos para secundar las palabras de Montero sobre el no-se-podía-saber del 8-M.

¿De su papel en el Congreso? Cuatro tuits. Más sobre las citas electorales en Galicia -contra Núñez Feijóo, generalmente- y un par de referencias resbaladas sobre el País Vasco y su lehendakari Urkullu. Muchos más microtextos sobre la participación interna en las primarias autonómicas de Podemos, porque Echenique es también el secretario de Organización de Acción de Gobierno de Podemos.

En varios de sus tuits hay críticas incluso a la totalidad con estractos de superioridad moral evidente. Por ejemplo: hay tres tuits sobre inmigración entorno al  #BlackLivesMatter y en uno de ellos nos repudia a todos por construir “una sociedad racista”.

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Entre toda la amalgama de celo amargo destilada en la red, sorprenden seis tuis humanos. Dos tuits laudatorios, para el DEP de Rosa María Sardá y para felicitar los homenajes a Fernando Simón. Y cuatro para enredarse en causas sociales de esas que aportan algo de magia a la vitalidad de la redes: una mujer en paro que busca trabajo, la carta de “un compatriota de Villapalacios” con discapacidad que “no pide nada y lo merece todo”, captación de fondos para alimentar a Blau “un gatito de un mes” encontrado en la calle y apadrinado por ZarpasyColmillos, y una risa abierta por el hilo de los políticos transformados en el otro género vía app. Solo estos cuatro tuis son una luz al final del pozo.

En el muro tuitero de Echenique faltan agradecimientos y peticiones de perdón. Faltan tuits inoportunos o guerrilleros consecuentemente borrados. Falta sentido del humor y sobra complejo de epicentro. Faltan verdades contrastadas, opiniones ajenas respetadas y una fuerte relativización de su mesianismo político. La impresión es que falta sinceridad y hay sobreactuación, y detrás de esta sobreactuación hay una cierta responsabilidad en la tensión social, al menos en la sociedad que late en Twitter.

En el muro tuitero de Echenique faltan agradecimientos y peticiones de perdón. Falta sentido del humor y sobra complejo de epicentro. Faltan verdades contrastadas, opiniones ajenas respetadas y una fuerte relativización de su mesianismo político y el de los suyos

Twitter para políticos

La Generalitat de Cataluña hizo público en 2017 un Manual de los Gobiernos en Twitter orientado a ofrecer buena praxis a instituciones públicas a raíz de su experiencia. En su presentación admite que “en el contexto actual, de gobernanza y gestión cada vez más complejas de los asuntos públicos y de los problemas de las sociedades contemporáneas, Twitter se ha convertido en una red social imprescindible en la estrategia de comunicación de gobiernos y administraciones. Y, además, esta herramienta de microblogging ha mostrado su utilidad para las políticas públicas de colaboración con el conjunto de actores implicados en la acción pública: ciudadanía, empresas y entidades”.

En la introducción destaca que “estamos ante una nueva forma de gestionar los temas públicos que se basa, por una parte, en más control ciudadano sobre los poderes públicos a través de la apertura de datos, la transparencia y la rendición de cuentas y, por otra parte, en la necesaria participación y colaboración ciudadanas para orientar este nuevo estilo de gobernanza”. El texto insiste en que “las redes sociales, además, deben servir para estimular el compromiso de los ciudadanos con la cosa pública. Se debe tener muy en cuenta que actualmente estas están en todas partes y que se convierten en una fuente inestimable para los medios de comunicación y también en una potente herramienta de interacción, un instrumento para fomentar la participación, para facilitar la atención ciudadana... Por ello, obviamente, no se pueden perder las increíbles oportunidades que ofrecen, teniendo siempre en cuenta las necesidades del usuario, su experiencia y cómo las utiliza”.

Mientras los ciudadanos reclamamos más control ciudadano sobre los poderes públicos a través de la transparencia o la rendición de cuentas y exigimos que se nos oiga mejor, en Twitter hay cuentas políticas que son muros opacos, de bulos, silencio y huida en formato confrontación

 

Sin embargo, es evidente, algunas instituciones y representantes políticos usan las redes sociales para sembrar opacidad, evitar dar la cara, hacer imposible la participación ciudadana, generar guetos de opinión y convertir la colaboración social en una anécdota de gatitos que nos distraiga en las causas Disney y nos aleje del control de la política.

Twitter publicó en 2014 una guía que arrancaba diciendo: “Todos los días, los políticos y funcionarios gubernamentales de todo el mundo utilizan esta red social para conectarse con los votantes en formas creativas que enriquecen el discurso público”. La conexión era la esencia de la red. La desconexión a picotazos es la pura realidad en más de un caso.

Aquel mismo año, Paz Segura ofrecía siete recomendaciones para el uso político de Twitter. Entre otras cosas, señalaba que “si en la vida offline los cargos públicos son el objetivo de todas las miradas, en redes sociales no se quedan atrás. Cuando eres político y utilizas Twitter, no debes ponérselo fácil, y has de pensar con detenimiento las consecuencias que pueden tener lo que publiques”. Y añadía, entre otras cosas: “No intentes ser gracioso si puede ser ofensivo, especialmente si ocupas una posición de responsabilidad pública. El sentido del humor es una gran baza en Twitter que, bien jugada, puede ayudarte a mejorar tu engagement y alcance. Mal utilizado puede ser un arma de doble filo y que se ponga en tu contra”.

Los expertos en comunicación digital llevan años aconsejando a los políticos que no intenten ser graciosos si pueden resultar ofensivos. Todavía hay personas con responsabilidad pública que no aciertan en un desempeño tan obvio

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El art 20.1.a. de Constitución Española reconoce y protege el derecho “a expresar y difundir libremente los pensamientos, ideas y opiniones mediante la palabra, el escrito o cualquier otro medio de reproducción”. No es una cuestión de leyes. Es una cuestión de saber estar, de responsabilidad social de la política. Porque un diputado o un senador, una persona con cargo público que se debe exclusivamente a la ciudadanía, no puede echar gasolina ni en las calles de aceras, ni en el asfalto recalentado de las redes. Igual que un vicepresidente del Gobierno de España no puede convertir el insulto en el nuevo derecho de la nueva política o en una ventana para guiñarle el ojo a la violencia. Como destaca Javier Gomá en Ejemplaridad pública, “nos guste o no, nos parezca bien o no, los demás son un modelo para nosotros y nosotros somos un modelo para los demás”. Para el filósofo y ensayista, la ejemplaridad es “una categoría política fundamental”. También en Twitter.

Preguntas:

¿Debería Pablo Iglesias animar a Echenique a medir sus tuits?

¿Deberían los partidos políticos elaborar una guía de buen uso de las redes sociales para sus rostros públicos?

¿Deberían las Cortes emanar unas normas básicas del comportamiento tuitero de sus señorías? ¿Deberían los parlamentos autonómicos secundar esas recomendaciones?

¿Debería Twitter poner barreras a los responsables públicos que actúan sin coto de caza en su verbena de las descalificaciones gratuitas?

¿Deberían ser los seguidores de Echenique quienes le dejaran solo cuando se echa al monte?

¿Debería seguir siendo la impunidad la respuesta social y política a un comportamiento ético y moral reprobable?

Lo más lógico es que sea el propio diputado el que mida el nivel constructivo de su intervención en Twitter. La ejemplaridad y el liderazgo van de la mano. Quizás, entonces, podamos ver a ese Echenique “divertido”, “ocurrente” y “listo” del que disfrutan quienes le conocen más de cerca en su actividad política.  De lo contrario, solo quedará pensar que el personaje del Echenique pirómano es un eslabón más de una estrategia centrada en la confrontación. O quizás solo es necesario entender que Gerardo TrecéNorcoreano ya existen, ya nos estimulan, ya nos ayudan a pensar, pero no tuitean desde las Cortes.

Dice Pablo Mancini desde The Washington Post que "Twitter es el subtítulo de la realidad". Subtitulémosla entre todos sin fruncir más el ceño. Naturalizar el entendimiento y las sanas discrepancias sí que es una revolución constructiva.

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