Pero ¿alguien duda del VAR?

Sistema de Videoarbitraje VAR.
Sistema de Videoarbitraje VAR.

Ese personaje –antes enlutado y ahora ataviado de vivos colores- que con gesto ampuloso, traza un cuadrado en el aire, a modo de hipnótica pantalla, no se cambiaría por nadie. Veintidós hombres, con sueldos fabulosos pendientes de su pito y de sus manos, parados en el césped y miles de espectadores fijos los ojos en sus ademanes. Eso no hay con qué pagarlo.

Pero ¿alguien duda del V.A.R? ¿Alguien puede dudar de una de las más grandes memeces –y hay muchas- del fútbol actual? ¿Alguien alberga dudas sobre su inutilidad y sobre el nuevo lastre que se ha echado sobre los aficionados que pagan clubes, fichajes, árbitros y ahora sufragan el doblete de los colegiados?

La panacea técnica que terminaría con los errores humanos, se ha demostrado ineficaz e incapaz de resolver esos errores. Sus propios defensores admiten que los errores siguen existiendo.

El VAR es un gran fracaso, una rémora para el desarrollo del juego y un espantoso ridículo para quienes rectifican decisiones tras varios minutos de visionados, de consultas y de gritos gestados en un “pinganillo”.

Solamente se ha salido ganando en lo cuantitativo. Ahora son dos a cometer errores; ahora son dos a justificar lo injustificable; ahora son dos a no ver lo que todo el mundo ve; ahora son dos a despertar suspicacias.

Pero no todo es malo. Ahora son dos a repartirse el ridículo de cada jornada.

Ese personaje –antes enlutado y ahora ataviado con los más vivos colores- que con gesto ampuloso, traza un cuadrado en el aire, a modo de hipnótica pantalla, no se cambiaría por nadie. Ahí es nada. Veintidós hombres con sueldos fabulosos, pendientes de su pito y de sus manos, parados en el césped y miles de espectadores –los que pagan las rondas de las consultas- fijos los ojos en los ademanes del personaje.

Y seguimos sin enterarnos de los criterios, de las designaciones de unos y de otros, de los elementos de juicio que se ponen a contribución para tomar decisiones. Y seguimos dependiendo de los criterios de un hombre, o dos, lógicamente sujetos al error.

Y uno recuerda aquello del pan y las tortas, del viaje y de las alforjas y del parto de la abuela y piensa en Málaga y en Malagón y en las tres tazas de caldo.

 

Pero todo evoluciona aunque sea degenerando, que decía aquel. Del “Esplendor en la hierba” con Natalie Wood, al “ridículo en la hierba” no se sabe con quién.

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