Javier Fumero

La primera gran crisis de la globalización

Paciente chino aquejado de coronavirus en Wuhan.
Paciente chino aquejado de coronavirus en Wuhan.

Pues ya estaría: nos encontramos metidos hasta las trancas en la primera gran crisis de la globalización. Cayeron las fronteras, se facilitaron las comunicaciones (físicas y virtuales) y se potenciaron como nunca procesos de interdependencias en lo económico, tecnológico y hasta en lo político, social y cultural.

El movimiento presentaba muchas ventajas. Que se lo digan a España, que salió anteayer de una crisis económica brutal gracias a un movimiento hacia el exterior que dio la vuelta al tejido industrial de este país. Eso lo permitió el libre comercio de bienes y servicios a nivel mundial.

El fabricante español ya puede vender fuera del país como si lo estuviera haciendo en la esquina del barrio. Ha podido encontrar proveedores de materias primas más económicos en la otra punta del planeta. Ha logrado disminuir los costes de producción con mano de obra más barata de personas que no hablan nuestro idioma. Con todo ello, ha logrado mayor competitividad empresarial y mantener o mejorar la calidad de los productos.

Pero este giro tiene también su contrapartida. La principal es que ya no es posible permanecer al margen de los problemas del vecino. Si China se resfría por un virus dotado con una gran capacidad de contagio, nos resfriamos todos. Porque todo está conectado. Todo nos afecta.

Los mercados locales se han integrado en una economía de mercado mundial para lo bueno y para lo malo. Ahora Zara trae sus colecciones de unas ciudades de China y las fábricas de automóviles se surten de piezas manufacturadas en Corea del Sur. Si allí se cierran las fábricas por una cuarentena, aquí sufrimos desabastecimiento.

Y las personas viajan más que antes. Nunca fue tan fácil trasladarse a otras partes del mundo, visitar países extranjeros y establecer contactos con personas muy distintas a nosotros. Todo está comunicado y nos llega, lo oportuno y lo inadecuado.

Ahora existe gran expectación ante la evolución que seguirá el Covid-19 en las próximas semanas. No hay que olvidar que en esta crisis todo es nuevo. Jamás hemos pasado por algo parecido.

Dicho esto, los analistas suelen decir que las peores crisis, las más difíciles de remontar, se caracterizan por tener su origen en un factor de gran arraigo. Están cimentadas sobre problemas estructurales que no se solucionan ni en semanas ni en días.

En este sentido, entiendo que este desafío del coronavirus presenta un mejor pronóstico que otras perturbaciones. Y por el camino, podremos aprender algunas lecciones.

 

Más en twitter: @javierfumero

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