¿El principio del fin de la Unión Europea?

Hoy todos hemos amanecido con estudios, análisis, artículos y resúmenes de lo que han deparado las elecciones europeas celebradas este domingo. Muchos apuntan al final del bipartidismo, a una obligada regeneración y a un posible cambio de modelo.

Lo que está claro es que España y Europa han lanzado una señal clara e inequívoca acerca del papel de los partidos mayoritarios.

En nuestro país, los dos grandes partidos han sufrido un duro revés. Cada uno sacará sus propias conclusiones pero hay dos ideas que considero evidentes.

La primera es que los partidos dominantes (PP y PSOE) no han sabido trasladar a los ciudadanos sus ideas y propuestas, sufriendo una gran abstención en el caso del primero o un trasvase de votantes a otras opciones políticas en el caso del segundo.

La segunda idea es la irrupción de partidos que, en mayor o menor medida, han tratado de convertirse en partidos atrapalotodo (catch-all party) buscando el voto del electorado más heterogéneo a pesar de que sus cúpulas tengan un marcado rumbo ideológico. El caso más llamativo es el de Podemos. Un partido que se ha convertido en la cuarta fuerza del país gracias a su presunta transversalidad.

Nuestra cultura democrática hace realmente complejo imaginar el equilibrio de poderes que resultaría de semejante amalgama de siglas, ideas y propuestas en el Parlamento Nacional y la viabilidad o estabilidad del Gobierno resultante.

Y es que lo sucedido en España es la tónica general de lo que ha sucedido en el resto de países de la Unión Europea. Radicales, extremistas, euroescépticos, populistas y regionalistas tienen una amplia presencia en la composición del Parlamento Europeo más determinante de nuestra historia.

Sobre la mesa hay temas de vital importancia. No solo en lo relativo al ámbito económico, también en cuestiones como la seguridad, la inmigración, la energía o las infraestructuras.

Muchos politólogos llevamos tiempo avisando del cambio de paradigma. El eje geopolítico y geoestratégico está virando de rumbo. Durante años, las relaciones mundiales se han basado en el eje Atlántico, siendo Estados Unidos y Europa los dos actores políticos más determinantes. Desgraciadamente para nosotros, como ciudadanos europeos, la Unión Europea no ha sabido apuntalar el proyecto emprendido por Schuman, Adenauer, De Gasperi o Monnet y 60 años después las decisiones a nivel mundial y macropolítico se están empezando a tomar en el eje Pacífico, entre Estados Unidos y Asia.

 

Estas elecciones europeas pueden ser el comienzo de la regeneración política, la llegada de un nuevo modelo o el principio de una polarización política de consecuencias incalculables. Solo el tiempo dictaminará qué sucederá y, sobre todo, cuál es el futuro del proyecto político y social de la Unión Europea.

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