Los problemas de un guardia civil al ser agredido cuando se encontraba solo en el puesto

De haber quedado neutralizado, el atacante podría haberse apoderado de su arma. Tuvo que pedir refuerzos para reducirlo

Casa cuartel de la Guardia Civil.
Casa cuartel de la Guardia Civil.

Un puesto de la Guardia Civil en un pueblo de Badajoz fue el escenario, el pasado martes 4 de febrero, de un incidente que pone de manifiesto los problemas a los que se enfrentan los agentes del cuerpo en determinados servicios que tienen que realizar en solitario.

Confidencial Digital ha podido saber que ese día, en el puesto del Instituto Armado en un municipio pequeño de la provincia de Badajoz, el guardia civil que estaba en la oficina terminó viéndose atacado y forcejeando con un hombre que tuvo que ser finalmente detenido con patrullas de refuerzo que solicitó por radio.

Sólo un cabo en el puesto

Los hechos han sido comunicados a la Comandancia de la Guardia Civil en Badajoz, como suele hacerse con este tipo de incidentes.

El puesto en cuestión abre en horario de nueve de la mañana a dos del mediodía, de lunes a viernes. En esas horas está abierto a los ciudadanos, para que puedan acudir a presentar denuncias u otros asuntos.

En el momento del incidente se encontraba en ese puesto un sólo efectivo, un cabo. El puesto tiene asignados un sargento al mando, un cabo y cuatro guardias. Sin embargo, el sargento se encontraba de descanso semanal, y los agentes estaban realizando patrullas, ya que el servicio se organiza no a nivel del puesto, sino de áreas más amplias, por lo que estaban participando en patrullas en otros municipios.

Estaba por tanto sólo el cabo en el puesto. Salió a hacer una gestión, y al volver al puesto encontró a un vecino cerca del puesto. Le llamó la atención por llevar sin correa y sin bozal un perro de raza peligrosa, y el hombre comenzó a mostrar una actitud muy agresiva.

El guardia civil le exigió la documentación, la suya personal y la que tenía que llevar por el perro. En un principio se negó, pero la terminó entregando: eso sí, para añadir a continuación que iba a denunciar al cabo.

Para ello, el hombre del perro le anunció que iría a su mismo puesto, a registrar la denunciar. El cabo volvió al puesto, a su oficina, y al rato acudió ese hombre. Ya en la oficina, el hombre, muy exaltado, comenzó a insultar y a amenazar al cabo de la Guardia Civil.

Un cabezazo que le podría haber dejado KO

A eso se sumó que el hermano del dueño del perro le llamó por teléfono y, con el manos libres, también se puso a insultar y a amenazar al cabo de la Guardia Civil.

 

Finalmente el cabo conminó al denunciante a abandonar el puesto. “Si tienes cojones, me echas”, le contestó. El guardia civil le avisó que o se marchaba o le detenía por desobediencia.

En ese momento, el vecino se puso de rodillas, intentó agarrar al cabo y cuando este trató de que se pusiera de pie, le lanzó un cabezazo para intentar golpearle en la cabeza.

El cabo pudo protegerse con un brazo de ese cabezazo y empujó al agresor hacia un armario. Tras un forcejeo, el hombre salió corriendo del puesto mientras acusaba al cabo, a gritos, de haber querido matarle.

Por su parte, el cabo de la Guardia Civil tuvo oportunidad de pedir refuerzos por radio. A los pocos minutos se presentó ante el puesto una patrulla del Seprona que se encontraba cerca, y después un par de patrullas de seguridad ciudadana. Entre todos redujeron al vecino en cuestión, dueño del perro que inició el incidente y quien agredió al cabo de la Guardia Civil.

Peligro por el arma del agente

Contra este hombre se está tramitando una denuncia por atentado contra agente de la autoridad, mientras que a su hermano, el que le amenazó por teléfono, se le va a investigar por amenazas e injurias a un agente de la autoridad.

El cabo, por su parte, sufrió policontusiones en un brazo, en otra muñeca, y un esguince en el tobillo.

Las fuentes conocedoras del caso señalan lo peligrosa que pudo llegar a ser la situación. Apuntan que si el agresor hubiera dado bien el cabezazo al cabo, le podría haber dejado inconsciente, o al menos momentáneamente neutralizado.

“Si lo deja KO, lo tiene a su merced, y le podría haber quitado el arma”, la pistola reglamentaria que llevaba el cabo y que el agresor le podría haber arrebatado.

El problema de los cuarteles semivacíos

El puesto no cuenta con cámaras de vigilancia, ni en el exterior ni en el interior, y además la oficina está al final de un pasillo. La puerta del puesto está abierta en horario de atención al público, por lo que cualquiera puede entrar sin ningún control.

Este suceso, según denuncia la Asociación Unificada de Guardias Civiles (AUGC), pone de nuevo de manifiesto que el Instituto Armado cuenta “con una estructura más acorde del siglo pasado, ineficaz y quedando muy lejos de ser una policía de proximidad”, y “tener cuarteles semicerrados, que abren dos o tres veces por semana en horario de mañana, no resulta efectivo y, además carecen de recursos para realizar las patrullas necesarias”.

De ahí que consideren necesario acometer ya el proceso de reestructuración territorial que desde hace unos años se plantea la Dirección General de la Guardia Civil, en documentos internos y en reuniones con las asociaciones profesionales.

La idea precisamente es que los puestos pequeños, con cuatro, cinco o seis efectivos, no son eficaces: o los guardias civiles patrullan, y dejan desprotegidos los puestos -como pudo ocurrir en este caso reciente en Badajoz-, o se limitan a tener presencia en los puestos y no sacan patrullas a la calle.

Por eso se apuesta por reorganizar la distribución territorial, para cerrar puestos pequeños, concentrarlos en cuarteles más grandes -con al menos 20 efectivos- y así poder tener tanto cubiertas las dependencias como contar con capacidad de patrullar por zonas más amplias.

Los puestos en pueblos pequeños, que además sólo abren en determinado horario, tienen también un peligro: como ocurrió en Láchar, en la provincia de Granada, que entren a robar de noche y se lleven las armas que tienen allí los guardias civiles.

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