¿Hay soluciones para rebajar los incendios forestales?

En las últimas semanas Galicia, Asturias y la zona norte de Portugal han sufrido la devastación de más de cien incendios provocados que han causado la muerte de cuatro personas y han arrasado por el momento más de 1.800 hectáreas. Más de un centenar de efectivos de la Unidad Militar de Emergencias (UME) trabajan en la extinción del fuego y la policía ha detenido a un brigadista sospechoso de provocar el desastre.

Incendio en Galicia.
Incendio en Galicia.

Lo novedad es que el fuego arrasa miles de hectáreas en el norte de España y Portugal en otoño, estación en la que no suelen producirse incendios gracias a las temperaturas más suaves que la caracterizan y por el comienzo de las lluvias.

Sin embargo, este año ha sido más seco, con una preocupante ausencia de lluvias, hecho que ha favorecido la propagación del fuego. A día de hoy, continúan activos más de 105 focos en Galicia y Asturias, adonde se ha desplazado incluso el presidente del Gobierno para conocer la situación de primera mano y enviar un mensaje de ánimo a los afectados y a los efectivos que tratan de sofocar las llamas.

Posibles causas

Los expertos apuntan a posibles causas para la propagación del fuego, además del clima. El origen humano de los incendios es un fenómeno cada vez más frecuente que además se desarrolla in crescendo. Lejos de disuadir a los potenciales delincuentes, la noticia de acciones pirómanas animan a los indecisos y la acción se contagia. En este sentido, se trata de una escalada muy similar a los suicidios.

Además de la existencia de pirómanos, muchos incendios son resultado de venganzas personales, provocados en circunstancias desconocidas o muy difíciles de averiguar por las autoridades judiciales. Suele tener su origen en terrenos con vegetación propensa a la inflamación y en unas condiciones meteorológicas idóneas para su propagación (altas temperaturas, velocidad del viento, falta de humedad).

En el caso de Galicia, es práctica común en la actividad ganadera y agrícola la quema de rastrojos resultantes de la labores en el campo. Es por tanto frecuente que dichas actividades se descontrolen y acaben dando lugar a colosales incendios.

También es notoria el elevado número de hectáreas que se quemaron con la intención de recalificar después el terreno y hacerlo útil para la construcción. Afortunadamente, la táctica de incendiar el monte con vistas al negocio inmobiliario ha decaído últimamente por el endurecimiento de la ley: deben pasar 30 años antes de declarar la tierra quemada apta para levantar edificios sobre ella.

Sin embargo, es habitual la provocación de incendios para otro negocio de relativo éxito en Galicia, la venta de madera. Al parecer, el eucalipto, variedad muy común en tierra gallega, es muy resistente al fuego y apenas se deprecia su valor. No pocos empresarios han conseguido vender a compañías papeleras o de muebles troncos de eucaliptos quemados al precio original.

Finalmente, la causa que más se repite por desgracia en estos desastres se atribuye a los brigadistas: personas contratadas por la Xunta o los ayuntamientos para limpiar el monte de rastrojos o material inflamable en los meses de verano, cuando el riesgo de incendio es más alto debido a las altas temperaturas. Una vez terminada la temporada, muchos de estos brigadistas quedan sin trabajo, con lo que algunos provocan y extienden el fuego para después volver a ser contratados.

Endurecimiento de las penas

Una de las soluciones que proponen abogados penalistas para evitar tantos incendios es endurecer los castigos a los autores del delito.

A día de hoy, el código penal establece hasta seis penas distintas según las circunstancias del desastre: establece cárcel de 10 a 20 años y multa de 12 a 24 meses para los autores de incendios con peligro para la vida o la integridad física; por ejemplo, en poblaciones. En caso de que no ponga en riesgo la salud  de nadie, la pena es de 1 a 3 años de prisión.

En el caso de incendios de masas forestales, los delincuentes serán castigados con entre 1 y 5 de cárcel y multa de 12 a 18 meses, pero en caso de especial gravedad podrían pasar entre rejas de 3 a 6 años.

Si el fuego no arrasa masas forestales pero daña gravemente el medio ambiente, se establecerán castigos de 6 meses a 2 años de prisión y multas de 6 a 24 meses. Y si se realiza para perjudicar a terceros, la pena es de 1 a 4 años de cárcel. En cambio, si se trata de un incendio imprudente, el castigo será el más leve.

Prevención de la piromanía

Según un estudio de la Universidad Internacional de Valencia, 460.000 españoles podrían padecer piromanía, que supone el 10% de los incendios intencionados. La profesora Sara Puig destaca en este sentido “la importancia de un buen tratamiento y servicio sanitario en el ámbito de la psicología a nivel nacional, con el objetivo de prevenir, en la medida de lo posible, las consecuencias que una carente atención y tratamiento psicológico pueden tener”.

Un diagnóstico a tiempo y un tratamiento certero de la piromanía podrían evitar decenas de incendios cada año, según Puig. Según el Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders de la American Psychiatric Association, una persona susceptible de padecer el trastorno de piromanía siente tensión, excitación afectiva antes de provocarlos y una fascinación, interés o curiosidad por el fuego y todos elementos que se emplean en él.

Estas personas tienden a sentir placer, gratificación o alivio cuando provocan incendios o al presenciar o participar en las consecuencias que el fuego produce. Por eso, Puig está convencida de que la concienciación sobre la importancia de detectar este trastorno a tiempo es de gran importancia para la prevención de estos desastres.

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