Un Nuevo Régimen

 

Pablo Iglesias y Pedro Sánchez en  La Moncloa
Pablo Iglesias y Pedro Sánchez en La Moncloa

La realidad es que estamos ante un cambio de régimen en toda regla y sobre esto quisiera llamar la atención. Nada será igual a partir de la investidura de Pedro Sánchez y de Pablo Iglesias (el gran vencedor).

No se necesita ser un psicólogo para descubrir la personalidad que se vislumbra y deduce de las palabras, gestos e incluso silencios de nuestro futuro presidente de gobierno “progresista” Pedro Sánchez.

Un análisis riguroso del personaje no debe ni puede quedarse en meras apreciaciones personales que destaquen su altanería, arrogancia o soberbia. Sus continuos vaivenes y contradicciones, su alarmante culto a la vanidad personal o la frialdad insultante para cambiar casi instantáneamente sus apariencias personales o políticas, encienden todas las alarmas y desconcierta a quienes al menos, estábamos acostumbrados a gobernantes y dirigentes que mantenían una línea de actuación coherente con sus pensamientos o convicciones.

Por otra parte, aquellos que hemos confiado a lo largo de estos años, en el relevante papel que ha jugado la monarquía parlamentaria en la cohesión y defensa del Estado, no puede cuanto menos que preocuparnos y a la vez sentirnos unidos a quien hoy encarna su máxima representación, el Rey Felipe VI, que está siendo menospreciado, por quienes le vienen suplantando y cuestionando en sus tareas constitucionales a lo largo de estos meses de caos político.

La realidad es que estamos ante un cambio de régimen en toda regla y sobre esto quisiera llamar la atención. Nada será igual a partir de la investidura de Pedro Sánchez y de Pablo Iglesias (el gran vencedor). Vamos a “padecer” un gobierno radical de izquierdas y republicano, sostenido por los separatistas catalanes, vascos, gallegos y bendecido con entusiasmo, por el brazo político de ETA , a pesar del daño que esta organización criminal infirió a la sociedad española, daño y dolor que también alcanzó a dirigentes socialistas asesinados vilmente por ella.

Es evidente que la memoria histórica de los progresistas, además de sectaria, es muy débil, como lo demuestra al fijar el 31 de Octubre como fecha para conmemorar las víctimas del franquismo: ¿acaso los “progresistas” consideran tan justificadas las víctimas del comunismo que no merecen ni ser recordadas?. Siendo esto reseñable, lo es aún más el riesgo que corremos de ver limitadas nuestras libertades como las de expresión, la ideológica, la religiosa o de culto como rezan y reconoce en nuestra Constitución de 1978.

Es patente la cristianofobia desatada desde la etapa de Rodríguez Zapatero, especialmente proclive al igual que su ahijado Sánchez, a remover con pertinaz agresividad legislativa todos los temas que afectan a la moral y a la conciencia de los católicos como son el aborto, la eutanasia o las cuestiones relacionadas con la ideología de género. Toda una obsesión calculada y planificada para erradicar de nuestra sociedad las creencias y principios que han sido y son el sustento de una civilización que se ha construido milenariamente sobre el respeto a la libertad y la dignidad de la persona.

Que el debate de investidura lo hayan ganado tirios o troyanos, resulta especialmente indiferente cuando la realidad es que lo que hay que afrontar es la aparición de un tsunami antidemocrático que amenaza con revolucionar la justicia, los medios de comunicación, la estructura del Estado o la propia identidad de la nación española. Además de ser alarmante su anunciado intervencionismo en ámbitos tan sensibles como el del modelo productivo, la empresa, la educación o su intencionada opacidad en política internacional lastrada por su indisimulada simpatía y proximidad a regímenes dictatoriales como el de Venezuela, de cuyo régimen son imitadores y pretenden ser herederos.

Todo ello con la malsana intención de adecuar nuestras instituciones y organización territorial a las pretensiones de quienes hoy incumplen la ley reiteradamente; chantajean al Estado en el propio Parlamento; ocultan sus verdaderas intenciones excluyentes y persecutorias o desean dividir a los españoles imponiéndonos desigualdades territoriales desde una interpretación simplista , conceptual y espuria de nuestro sentimiento de unidad como nación, expresado así en nuestra Carta Magna.

 

Aristóteles afirmaba que “el que ha superado sus miedos será verdaderamente libre”. Este es el reto al que debemos enfrentarnos en esta nueva etapa de la vida política española: superar los miedos para defender nuestras libertades e instituciones desde la democracia y el derecho. Superar los miedos también para expresar nuestras opiniones y pensamientos libremente, denunciando el dirigismo y adoctrinamiento ideológico que sin duda pretende la coalición socialcomunista.

Jorge Hernández Mollar

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