Un presidente escasito

Pedro Sánchez, en la cumbre de la OTAN en Bruselas.
Pedro Sánchez, en la cumbre de la OTAN en Bruselas.

El problema que tenemos los españoles con Pedro Sánchez no se deriva de sus mentiras, ni de sus vaivenes, ni de los ministros que ha nombrado, ni de sus excesos. El  problema de Pedro Sánchez son sus escaseces.

Quienes -pensando que Tele 5 emite en color- esperaran apreciar el sonrojo de Sánchez al responder a las preguntas de Pedro Piqueras, en la entrevista  de esta semana, se quedaron con las ganas de ver el rubor en las mejillas presidenciales.

Lo mismo da que por tercera vez, en menos de tres semanas, rectifique sobre la presentación de los presupuestos; que vuelva una y otra vez a eludir el asunto de Cataluña; que mienta descaradamente cuando habla de la moción de censura y de la convocatoria de elecciones; que siga con los eslóganes de la cosa social y de la opinión  de la “inmensa mayoría de los españoles”; que evite hablar de los apuros de muchos de sus ministros; que opine sobre lo que piensa el Rey o que ponga cara de no enterarse ante el problema de orden público que cada día azota a los catalanes. La incapacidad de Pedro Sánchez para gobernar corre paralela con su falta de pudor al mentir y al emplear argumentos falsos a todas luces.

Gobierna y presume de pactos con la ultraizquierda comunista de Podemos o con los separatistas declarados de Cataluña y de Euskadi, mientras censura con aplomo una posible alianza entre el Partido Popular y Ciudadanos, con  Vox.

Quien se ha instalado en La Moncloa sin pasar por las urnas, se permite afirmar que en Andalucía debe gobernar la lista más votada.

Y todo ello lo declara en un tono melifluo, mezcla de fraile que regaña y de chuleta que mira por encima del hombro.

El problema que tenemos los españoles con Pedro Sánchez no se deriva de sus mentiras, ni de sus vaivenes, ni tan siquiera de los ministros que ha nombrado, ni  de sus excesos. El problema viene dado por sus escaseces.

Y es que Sánchez es escasito en todo su quehacer político. Escaseces que le impiden atajar el problema de Cataluña, estructurar una política exterior coherente, ordenar la convivencia ciudadana, presentar los presupuestos generales del Estado y hasta nombrar un equipo de gobierno con un mínimo de garantías, de eficacia y de inteligencia.

Escasez palmaria que es más grave que cualquiera de sus descabelladas propuestas, de sus decisiones apresuradas, de sus viajes faraónicos o de sus actitudes histriónicas.

 

Es un gobernante escasito, incapaz de una acción de gobierno que, aunque fuera sectaria desde el punto de vista ideológico, debería responder a unos planteamientos exigibles a cualquiera que se dedica a la cosa pública.

Es como si a los españoles, el presidente del Gobierno, nos hubiera tocado en una tómbola en forma de moción de censura.

Y además con la obligación de cargar con las seis pastillas de jabón y con el lote de sartenes.

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