La Mirada Crítica

Estudios y estadísticas. Contradictorias conclusiones

Que las estadísticas son necesarias para tomar el pulso a la sociedad es un hecho incuestionable.

Otra cosa es cómo se “toma” el pulso. Tan necesario como el empleo de preguntas claras y concisas, que renuncie a todo sesgo de capciosidad, resulta evidente que la persona a la que van dirigidas tendría que hacer un ejercicio de total sinceridad en sus respuestas. Sin dejar en el tintero la capacidad o conocimientos de los encuestados en los temas que se plantean.

 

Manuel Reyes

Ante estas reflexiones, la más mínima dosis de sentido común exige mirar con lupa los resultados de cualquier estudio o encuesta que se realice.

Además de los muchos ingredientes que hay que introducir en la coctelera, también dependerá de cómo se agite ésta para ver unos resultados finales lo más fidedignos posibles. Si en la práctica se obvian algunos ingredientes, el producto final tendrá un sabor bastante distinto.

Otra cosa es que precisamente sea  ese el  sabor buscado. De lo que no cabe ninguna duda es que cada vez es mayor el número de aficionados a jugar al solitario, haciendo trampas.

Esto viene a colación por la tan traída y llevada remodelación de las ciudades, especialmente de las grandes urbes, como Madrid, en base al modelo de ciudad que se quiere. La sostenibilidad y la calidad de vida es algo por lo que cualquier humano cuerdo aboga, como la defensa del medioambiente.

El Ayuntamiento de Madrid, como otros tantos, pensó que la mejor manera de conseguir o de “vender” estas cualidades era emprender una lucha contra el automóvil, una especie de apestado al que arrinconar con toda una batería de medidas restrictivas tanto para circular como para aparcar.

Eso si, no renuncian a los sustanciosos ingresos que genera en las arcas municipales, incluidas las multas.

Peatonalizar la ciudad, dar protagonismo a las bicicletas y a los transportes alternativos se ha convertido en algo prioritario para el  consistorio madrileño. Nada que objetar.

Pero se olvida el Ayuntamiento de Madrid de una cuestión primordial. Convendría que conjugara más el verbo integrar en lugar de rechazar de forma tan frontal al automóvil. Un automóvil es conducido por un conductor, sobre una bicicleta va un ciclista y el peatón utiliza sus piernas para desplazarse.

 

Se le olvida, no solo al Ayuntamiento de Madrid, también a las distintas instituciones implicadas tanto en Tráfico y Seguridad Vial como en Medioambiente, que conductor, ciclista y peatón son la misma persona en multitud de ocasiones, aunque no en el tiempo.

Pero lo más grave de este olvido es que con ciertas iniciativas fomentan el enfrentamiento entre distintos colectivos, a la postre ciudadanos que pagan sus impuestos y que, por supuesto, tienen sus derechos.

Entrando de lleno en el terreno de las encuestas a la ciudadanía, el valor de las mismas irá en función del grado de sinceridad de las respuestas y del conocimiento que se tenga de los temas sobre los que se pregunte.

Además, aunque todo el mundo reconozca (es lo políticamente correcto) que lo importante es el bien común, el individualismo sale a palestra a la más mínima. Inevitable que surjan las controversias, las contradicciones, las paradojas, etc.

En uno de estos estudios sobre la nueva movilidad en las ciudades que ha llegado a mis manos, me llaman poderosamente la atención varios aspectos. Para reducir la contaminación en la ciudad un 62% de los encuestados respalda disminuir la velocidad, un 72% ve adecuada  la prohibición de circular a vehículos por emisiones, mientras un 68% aprueba las restricciones en determinadas  zonas.

Las restricciones al aparcamiento cuentan con las bendiciones de un 43%. Estos resultados a priori evidencian la preocupación de los ciudadanos por el medioambiente. Una actitud plausible.

Pero en lo de reducir la velocidad creo que más de uno no lo ha pensado bien antes de responder, a la vista de cómo se circula por las amplias avenidas urbanas. 

En el caso de Madrid son muy pocos los que respetan los preceptivos 50 km/h en estas vías. Para comprobarlo basta simplemente con circular, siempre que no haya atasco. Por supuesto esta comprobación no se puede hacer desde el sillón de un despacho.

Con independencia de si se contamina más o menos circulando a determinadas velocidades (es otro debate), también llama poderosamente la atención lo de las restricciones al aparcamiento (43%). Para aparcar en una zona determinada es condición sine qua non circular por esa zona o por las proximidades. Así pues, primero informar y después restringir.

El Ayuntamiento de Madrid no coordinó con demasiado acierto las restricciones al aparcamiento el pasado invierno durante los días con altos índices de contaminación. Si por desconocimiento, el automovilista comprueba que está prohibido aparcar en el centro o en determinadas zonas después de transitar por ellas, contamina más seguir circulando hasta encontrar un parking o un área no restringida, que aparcar en el primer hueco que se encuentre.

En este caso concreto es prioritario informar a tiempo más que proporcionar información.

Otro dato bastante chocante es, el apoyo a la creación de más carriles para bicicletas (un 81% de los encuestados) para combatir la contaminación. Cualquier medida para combatir la contaminación es buena a priori y, sobre todo, si también implica hacer deporte. Ahora bien, tiene que ser viable. España y muchas de sus grandes ciudades no tienen precisamente la orografía de Holanda.

No es lo mismo pedalear en llano que cuesta arriba (que se lo digan a Contador). Desde luego en Madrid, al contrario que la famosa película,  las bicicletas no son para el verano. Aparte de las temperaturas estivales, la orografía de determinados distritos invita a tener una preparación especial para acometer ciertos trayectos en bici y no perecer en el intento.

Nada menos que un 81% de los ciudadanos encuestados apoyan la creación de más carriles para bicicletas. Cabe preguntarse si estos ciudadanos han pensado en ellos mismos o en el prójimo a la hora de bendecir esta solución.

Porque claro, muchos serán los que piensen: “que suden otros”. Habilitar carriles para las bicicletas pasa por la existencia de espacios, lo que desgraciadamente no abunda. Aunque siempre quede el recurso de “desvestir un santo para vestir otro”, lo que necesariamente obliga a quitar carriles a los automóviles.

Como conclusión, partiendo de la base de que la encuesta se ha hecho con rigor, al final la realidad es la que manda. Los hechos son tozudos y, como muestra, un botón. El caso de la madrileña Avenida de Oporto (Plaza Elíptica), debería  hacer reflexionar al Ayuntamiento de Madrid.  

La Avenida de Oporto, en el barrio de Carabanchel, disponía de cuatro carriles para el tráfico rodado, que actualmente  han quedado reducidos a dos con las obras de remodelación acometidas. La pérdida de estos dos carriles para los automóviles ha permitido la habilitación de un carril exclusivo para las bicicletas, con su correspondiente señalización. Después de meses y meses en servicio, su uso es testimonial.

Está infrautilizado, por no decir que no se utiliza, que apenas circulan bicicletas. Eso si, el gran atasco está servido a diario.

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