El mal aspecto de Jesús de Polanco en el último acto al que asistió y las distancias que marcó Esperanza Aguirre

El último gran acto público al que asistió el fallecido Jesús de Polanco, presidente del Grupo Prisa, fue la entrega del premio Miguel Moya, otorgado por la Asociación de la Prensa de Madrid en reconocimiento a su trayectoria como empresario.

El acto se celebró el pasado 27 de junio, en la sede de la Comunidad de Madrid en la Puerta del Sol, y allí se encontraban los “pretorianos” del grupo, desde Ignacio Polanco Moreno, entonces vicepresidente y que ahora asumirá el liderazgo empresarial, hasta el sobrino Javier Díez Polanco, además de Juan Luis Cebrián, Augusto Delkáder, los anteriores directores de El País (Joaquín Estefanía y Jesús Ceberio), el actual director, Javier Moreno, etc. No faltaba nadie.

Los presentes apreciaron entonces el aspecto deteriorado que presentaba Jesús de Polanco, claramente envejecido, con la tez amarillenta, y que, cuando le tocó subir al estrado para agradecer el premio, mostró dificultades al hablar y articular algunas de sus palabras. La impresión entonces fue pesimista.

En ese acto destacó especialmente la frialdad que mostró la anfitriona, la presidenta regional. Esperanza Aguirre, que pronunció el discurso final, se mostró especialmente afectuosa con Antonio Fontán, otro de los también premiados y al que aprecia mucho personalmente, mientras que fue ostensible la falta de elogios a Jesús de Polanco.

Aguirre ha estado ausente en la capilla ardiente de Jesús de Polanco, todo lo contrario que su compañero, Alberto Ruiz Gallardón, uno de los primeros en acudir allá.

 

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