Metrovacesa retrasa la sentencia que le condena a vender pisos a los inquilinos

Metrovacesa lleva unos años tumultuosos, en los que ha tenido que hacer frente a fusiones, opas hostiles, búsqueda de financiación... y de todo ello ha ido saliendo airosa. Pero acaba de perder una batalla, muy posiblemente porque esta vez menospreció a los rivales.

Metrovacesa lleva unos años tumultuosos, en los que ha tenido que hacer frente a fusiones, opas hostiles, búsqueda de financiación... y de todo ello ha ido saliendo airosa. Pero acaba de perder una batalla, muy posiblemente porque esta vez menospreció a los rivales.

La inmobiliaria se dirigió en su día a los inquilinos de los edificios de San Francisco de Sales y General Ibáñez, en Madrid, de su propiedad, para venderles los pisos en los que se encontraban alquilados. La propuesta tuvo una buena acogida general, pero finalmente sólo unos pocos consiguieron cerrar la compra.

El resto se quedó con la miel en los labios porque Metrovacesa, sin explicación alguna, decidió, no sólo incumplir lo dicho, sino iniciar el desalojo de las viviendas que habían sido hogar, durante más de veinte años, de 135 familias.

En ese grupo de familias, unos cuantos decidieron plantar cara, a pesar de las advertencias de que se trataba de una lucha desigual. Y han conseguido que la inmobiliaria sea condenada en primera instancia a cumplir la palabra dada y escriturar las viviendas que había prometido a los inquilinos.

A pesar de que esta vez David ha vuelto a derrotar a Goliat, Metrovacesa no se ha dado por vencida, y, en lugar de aceptar el fallo, parece que pretende aprovecharse de la lentitud de la justicia para evitar ejecutar la sentencia.

 

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