Acompañar en el dolor estos días

Ancianos residencia.

Aunque haya llegado el calor y ya empiece a oler a agua salada o a margaritas, el 2020 nos ha recordado con crudeza la vulnerabilidad del ser humano. La vida una vez más nos ha puesto delante una gran verdad: la adversidad y el dolor son inherentes a la existencia humana.

A nuestro alrededor hay amigos y familia que han sufrido durante semanas síntomas graves de este virus, han visto peligrar su vida y hoy experimentan efectos permanentes. Muchos se han quedado sin ingresos y en la mayor de las incertidumbres. Otros han perdido a su padre y a su madre, a su hijo o su pareja, y ni siquiera en ocasiones los han podido despedir y enterrar en persona.

Probablemente como mecanismo de protección o quizá como resultado de una falta de madurez, cuántos hemos mirado hacia otro lado ante este drama, no nos hemos querido percatar o acercar a lo que verdaderamente ocurría. Hemos cantado letras triunfalistas, lanzado mensajes de optimismo ciego del tipo “el virus no podrá con nosotros” o “todo irá bien”, nos hemos quejado por el hecho de tener que quedarnos encerrados en casa, porque nos aburríamos… y con ello hemos hecho un flaco favor a aquél que necesitaba llorar en ese momento y veía que sus lágrimas no tenían cabida.

Huimos del sufrimiento, como si no formara parte de la esencia misma del hombre. La vida, una vez más nos está interrogando, nos reta con esta pandemia y nosotros estamos llamados a responderle, aunque tengamos miedo. Y es que escuchar y experimentar ese dolor provocado por la adversidad nos hace reencontrarnos y descubrir el sentido de nuestra existencia en este momento. 

¿Tienes a un amigo o un familiar que ahora está sufriendo y que le vendría bien tenerte a su lado? ¿No sabes cómo acercarte a él en estos momentos en los que necesita, lo primero de todo llorar? Estas ideas pueden ayudarte:

1.- Pon más actitud y menos habilidad. Quizá por inseguridad o miedo a enfrentarte al dolor y querer eliminarlo cuanto antes, buscas el mensaje eficaz, la solución ideal que responder de inmediato a tu amigo, la herramienta que a ti te sirvió en el pasado. Sin embargo, éste no espera la frase perfecta de ti ni busca tus habilidades. Te necesita a ti, con tu actitud de querer estar ahí, acompañarle con tus propias dificultades y capacidades.

2.- Escucha y calla. Céntrate en él y en lo que necesita contarte. Esta actitud de escucha es incompatible con estar aconsejando. Permanece en silencio, con un silencio activo y cálido, lo que se muestra en tu lenguaje no verbal, tu postura y los sonidos que reflejan comprensión. Si se siente escuchado y, por tanto, comprendido, se empieza a generar en él una transformación y una iniciativa desde su interior de un clima propicio para una mayor interacción y encuentro.

3.- Acéptale. Mírale con aprecio y acéptalo tal y como es. Respeta a su persona, sus actitudes y su comportamiento, aunque no estés de acuerdo. Confía en la capacidad que tiene para desarrollarse y crecer, para decidir libremente y hacerse responsable de sus propias decisiones. Espera, con paciencia, sin querer controlar cómo el otro debe actuar ni cuándo. De este modo le ayudarás a que incremente su autoaceptación y autoestima.

4.- Sé tú mismo. Quítate cualquier máscara o rol. Nota lo que sientes cuando tu familiar o amigo te habla y fíjate que tú también experimentas emociones en ese preciso momento. Comunica si es necesario hacerlo desde ese mundo interior, que nada tiene que ver con los juicios evaluativos, sino que se trata de tu sensación. Aquí tú te muestras vulnerable también y habláis de persona a persona. Este es el punto más importante, pues sin ser auténtico cualquier intento de empatía o aprecio se convertirán en técnicas o habilidades, pero no serán nucleares, no vendrán de ti. 

 

5.- En todo ser humano existe una tendencia innata a la superación. Como explica el psicólogo Carl Rogers, hay una potencialidad inherente a crecer, por tanto, sí, se confirma que el ser humano sale de las dificultades. Necesitará, eso sí, unas condiciones adecuadas, estar acompañado y desarrollar un juicio de la situación como experiencia para el crecimiento y no como fuente de debilitamiento. El neurólogo Viktor Frankl enfatiza cómo el ser humano, en su libertad para decidir su actitud puede lograr sufrir con dignidad y encontrar el sentido en aquella situación dolorosa irreversible.

Estas breves ideas llevan a una sencilla conclusión: todo consiste en estar presente. Simplemente, tu ayuda consiste en estar ahí para esa persona y su dolor. Crear el encuentro. Lo demás irá llegando porque es el otro, tu amigo, tu familiar o tu compañero y su capacidad potencial de encontrar sentido y crecer, el encargado de llegar al lugar correspondiente. Pero no te apartes del camino, no mires más para otro lado, acompáñale.

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