La administración Obama y el eje Asia-Pacífico

La geopolítica está irrumpiendo arrolladora en la escena internacional, poco después de que nos hubiéramos acostumbrado a creer que en la paz y la seguridad descansan, sobre todo, en los tratados y las organizaciones internacionales. En las últimas décadas las normativas han adquirido rasgos de auténticas constelaciones, pero la rigidez que caracteriza a algunos de estos instrumentos ha generado a la vez un incremento de los acuerdos políticos informales y de las relaciones bilaterales. Si a esto añadimos el auge de unos escenarios en detrimento de otros, no nos sorprenderá la noticia del viaje del presidente Obama a la cumbre de ASEAN (Asociaciones de Naciones del Sureste Asiático), anunciada con ciertos tonos triunfalistas tras la reelección presidencial, y que tendrá escalas en Camboya, Thailandia y Myanmar (antigua Birmania), entre el 17 y el 20 de noviembre., si bien a esa cumbre han sido invitados también los líderes políticos de China, India y Japón.

El acontecimiento es otra demostración de que Washington contempla el mundo del siglo XXI en torno al eje del Pacífico, o mejor dicho de Asia- Pacífico, un concepto geopolítico mucho más amplio en el que se nos recuerda que el océano mayor del planeta tiene riberas en Asia, América y Oceanía, además de enlazar con el Índico. Esta visión del mundo trae consigo una postergación, en mayor o menor medida, de otras áreas geopolíticas que han tenido gran importancia en el pasado reciente, tales como Europa y el Atlántico Norte, donde la relación trasatlántica languidece, pese a que el presidente reelegido era el favorito de muchos políticos y gobernantes europeos. Los hechos están demostrando que el problema de las relaciones Europa-EEUU no se llamaba George W. Bush. Tampoco hay que olvidar a América Latina, donde el panamericanismo de la OEA ha pasado a un segundo plano ante el auge de las nuevas organizaciones y foros latinoamericanos y acaso influye además un cierto desinterés de Washington, que parece haber asumido implícitamente, desde el final de la guerra fría, que la doctrina Monroe es ya historia. La actitud contestataria de los gobiernos populistas latinoamericanos ha dado carpetazo a iniciativas de la época de Bush como el tratado de libre comercio de las Américas y ha favorecido una relación bilateral especial de EEUU con países de la zona que, no por casualidad, tienen salida costera al Pacífico como Chile, Perú, Colombia y México.

La Administración Obama, y más en su segundo mandato, quiere dar un gran impulso al Trans-Pacific Partnership (TPP), un área de libre comercio que uniría a países ribereños del Pacífico como Australia, Brunei, Chile, Malasia, Nueva Zelanda, Perú, y Singapur, además de a Canadá y México, que forman parte del NAFTA (Tratado de Libre Comercio de América del Norte), junto con EEUU. Sin duda, la exportación de productos americanos a países de esta área emergente forma parte de los proyectos de la Administración demócrata para impulsar el empleo en territorio estadounidense. La lista de miembros y futuros adherentes al TPP no está completa, aunque se ha descartado subrepticiamente a China al elevar Washington los estándares sobre propiedad intelectual, condiciones de trabajo y medio ambiente, aspectos todos ellos en los que se advierte un acusado déficit en la segunda economía del mundo. En consecuencia, el libre comercio, impulsado a través del TPP, adquiere un papel geopolítico trascendental y es un instrumento quizás mucho más eficaz que los tradicionales acuerdos de seguridad. Por otro lado, es de sobra conocida la ambigüedad de la Administración Obama hacia China, con su doble faceta de cooperación y contención, aspecto éste último que asegura la benevolencia de los países vecinos de China hacia la presencia militar americana en la región. En esta estrategia de largo alcance se entiende que los consabidos problemas de Oriente Medio y Asia Central resulten repetitivos y estériles.

El viaje del presidente americano a la Cumbre de la ASEAN puede ser percibido como otra vuelta de tuerca en el "cerco" geopolítico americano a China, aunque los funcionarios de EEUU no se cansarán de repetir de que no hay ninguna maniobra contra los intereses chinos. Pero no deja de ser una jugada maestra de ajedrez la histórica visita de Obama a Myanmar, hasta hace poco un paria internacional por el tema de los derechos humanos, si bien la junta militar, en el poder desde 1962, se disolvió oficialmente en marzo de 2011. La transición a la democracia tuvo su mayor visibilidad en la participación de la oposición, liderada por la Premio Nobel de la Paz , Aung San Suu Kyii, en unas elecciones que le permitieron en abril de este año una cierta representación parlamentaria. Con todo, el camino a la democracia no se ha completado, pues el presidente actual, Thein Shein, proviene de la vieja junta militar. Pero el pragmatismo de Obama no ha esperado a la culminación del proceso democrático en un país que fue durante años un socio privilegiado de China, ávida de explotar sus recursos naturales. ¿La visita es un espaldarazo a la democracia o responde a la necesidad de establecer un nuevo contrapeso a China, entre los muchos de los que dispone Washington en Asia-Pacífico?

Antonio R. Rubio Plo es analista de política internacional y profesor de Política Comparada.

 
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