Aurelio Ruiz Enebral

Ojalá juraran como en Cádiz

"El juramento de las Cortes de Cádiz en 1810", de José Casado del Alisal.
"El juramento de las Cortes de Cádiz en 1810", de José Casado del Alisal.

“Por todo el planeta” (el más ambicioso), “por la república” (más modesto), “por el 1 de octubre” (Franco, Caudillo, sonríe complacido en el Valle de los Caídos), “por España” (redundante)... El acto rutinario de jurar o prometer el cargo se convirtió en una batalla de gallos en el Congreso: a ver quién soltaba la fórmula más barroca, o churrigueresca, cada cual según su estilo artístico.

Algunos diputados se afanaron en dejar claro, desde el principio, su empeño en deshonrar el cargo recién estrenado. La respuesta a tanto adanismo infantil estaba en el mismo hemiciclo, y en la Historia. Con sólo levantar la cabeza y mirar a la derecha hubieran visto el cuadro “El juramento de las Cortes de Cádiz en 1810”, del pintor José Casado del Alisal.

Para espasmo de algunos, España sí tiene Historia, también una larga Historia parlamentaria. En septiembre de 1810, bajo el asedio de las tropas francesas que ocupaban casi todo el país, un centenar de hombres llegados a Cádiz juraron como diputados de las Cortes generales y extraordinarias de la Nación.

La historia la cuenta el Congreso de los Diputados en su web. Como se ve en el cuadro, los diputados juraron sobre los Evangelios, respondiendo a las interpelaciones del secretario de Estado y del despacho de Gracia y Justicia.

Fueron cuatro preguntas, tres sobre “la santa religión católica”, los medios para libertar la Nación “de sus injustos opresores” y sobre “nuestro amado Soberano el Sr. D. Fernando VII” (qué ojo el de aquellos próceres), que ya no vienen a cuento.

La clave es la cuarta pregunta, una pregunta que debería haberse mantenido a lo largo de estos dos siglos, o que al menos se podría recuperar ahora -ahí queda la idea-. Qué idílico sería ver a los 350 diputados y los 266 senadores responder, con un simple “Sí, juro”, o “Sí, prometo”, a esta fórmula que resume lo que representa un parlamentario de las Cortes:

“¿Juráis desempeñar fiel y legalmente el encargo que la Nación ha puesto a vuestro cuidado, guardando las leyes de España, sin perjuicio de alterar, moderar y variar aquellas que exigiese el bien de la Nación?”.

Todo lo demás es esperpento, presidido por Valle Inclán.

 
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