Aurelio Ruiz Enebral

¡Pim, pam, pum!

Agentes de los Mossos d'Esquadra en Barcelona.
Agentes de los Mossos d'Esquadra en Barcelona.

Se lo cantaron a los antidisturbios de los Mossos d’Esquadra en el punto más caliente de Barcelona el 21 de diciembre, jornada histórica del independentismo llamada a ser otro 14 de julio de 1789 (el asalto a la Bastilla) y que quedó en bastante menos que esas cumbres del G-20 que los antisistema (con Pablo Iglesias en sus filas) trataban de reventar en los 90 y 2000 a capucha calada y adoquín en mano.

“¡Pim pam pum, que no en quedi ni un!”. Es la amenaza hacia los Mossos que ya lanzan sin complejos los ‘xiquets’ de la gasolina, los escuadristas de los CDR que sueñan con una Terra Lliure convertida en guerrilla urbana.

Es el cántico que une a baby-revolucionarios de punta a punta del fascista Estado español. Lo mismo lo corean los Bukaneros en el campo del Rayo Vallecano (“Arriba, arriba arriba, / arriba con la Goma 2, / que en Vallecas se prepara, / que en Vallecas se prepara / -¡pim, pam, pum!- / la revolución”) que en el caso viejo de San Sebastián. Allí, los borrokas desafiaban a la Ertzaintza con el soplo de la muerte de las balas de ETA que ya habían asesinado a varios de sus agentes y con esa advertencia: “El que no se agache... ¡pim, pam, pum!”.

Afortundamente, en Cataluña el “pim, pam, pum” sólo lo hacen a gritos y, si acaso, apuntando con los dedos de la mano. Pero tan elaborada onomatopeya sí representa con total fidelidad la situación que viven los Mossos d’Esquadra, por lo menos desde agosto de 2017.

El “pim, pam, pum” es un juego en el que se trata de derribar unos muñecos lanzándoles pelotas. Una, otra, otra... los golpes llegan a los muñecos continuamente, de un lado y de otro.

Eso les ocurre a los Mossos d’Esquadra, a los que les llegan golpes de tirios y troyanos, entre el “pim, pam, pum” y el punching-ball de gimnasio al que le caen palos por todas partes, y cada vez que se yergue de nuevo, ¡pim!, ¡pam!, ¡pum!

Para unos son un atajo de blandos e inútiles que no cazan a un terrorista ni aunque pase con alfanje y cartuchos de dinamita por delante de una patrulla. Para otros (e incluso para esos mismos, pero otro día), son unos carniceros de gatillo fácil que matan por alegría a sospechosos de yihadismo.

Para unos son “la policía política al servicio del independentismo”, por el referéndum del 1-O y por las presuntas actividades de espionaje de alguna aunidad sobre entidades constitucionalistas. Para otros son cipayos al servicio del ‘Estatespanyol’, trufados de sádicos guardias civiles con barretina, que disfrutan al escuchar cómo el cuero de la porra golpea el lomo de los valientes luchadores por la patria catalana.

¿Y cuál es la realidad? Ni la de tirios, ni la de troyanos. Son agentes de policía, de las Fuerzas de Seguridad exactamente igual que los policías nacionales, los guardias civiles, los ertzainas vascos, los forales de Navarra, y tantos y tantos policías municipales y locales.

 

Cada mosos será de su padre y de su madre, con sus ideas políticas (o sin ellas), sus opiniones, sus preferencias. Pero la inmensa mayoría se dedica a proteger, a dar seguridad, a cumplir órdenes y a cumplir y a hacer cumplir la ley. Cuando les dejan.

Así que para mí, madrileño, sí son “la nostra policia”. Como todos los demás, la policía de todos.

Comentarios
Envíanos tus noticias
Si conoces o tienes alguna pista en relación con una noticia, no dudes en hacérnosla llegar a través de cualquiera de las siguientes vías. Si así lo desea, tu identidad permanecerá en el anonimato