Ciudadanos tiene ahora un desafío importante: gobernar
Las elecciones catalanas han dejado varias conclusiones. Una de ellas es, sin lugar a dudas, la consolidación de Ciudadanos, su espaldarazo definitivo como partido nacional con voz propia, un respaldo claro y como alternativa creíble.
El bautismo de fuego ha sido, además, en Cataluña. En unos comicios clave y de máxima relevancia. No han sido unas elecciones cualquiera.
Hoy, Albert Rivera ha recogido el fruto de tanto trabajo sembrado, realizado en condiciones bastante difíciles: bajo la sombra del Partido Popular (siempre empeñado en quitarle protagonismo), con la complicada gestión de pactos con el PSOE y en una guerra abierta permanente con Podemos, su antagonista más virulento.
Dicho esto, superado el rubicón electoral, a Ciudadanos le queda ahora por delante otro gran desafío: gobernar.
El partido naranja lleva tiempo convencido de esta asignatura pendiente. Ciudadanos tiene una vía de agua importante en su experiencia de gobierno. Es nula, inexistente. Un lastre considerable.
Hasta ahora, Rivera había dejado muy claro que Ciudadanos no entraría en ningún ejecutivo autonómico o municipal con el que se firmara un pacto que facilitara la gobernabilidad en cualquier punto de España.
No ha sido una mala decisión: Rivera ha tenido muy en cuenta a todos esos partidos que han terminado en la irrelevancia política, abducidos por un socio de gobierno que preside, se suele llevar todos los méritos y compartir contigo los errores. Al final, el electorado no premia al pequeño sino al grande.
Sin embargo, esa estrategia tiene un límite que Ciudadanos ha superado ya. Albert Rivera necesita como el comer una vicepresidencia. Y también Begoña Villacís, una concejalía en Madrid. Y el propio Ignacio Aguado, una consejería en la Comunidad con Cifuentes. Y otra vicepresidencia en Andalucía para Juan Marín, junto a Susana Díaz. Y así, sucesivamente.
Para Ciudadanos ha llegado la hora de gobernar. Veremos qué sucede en Cataluña.
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