En las bajadas de pantalones la vergüenza política estorba

Pedro Sánchez y Pablo Iglesias firman el preacuerdo PSOE-Unidas Podemos.
Pedro Sánchez y Pablo Iglesias firman el preacuerdo PSOE-Unidas Podemos.

Aunque solamente fuera por curiosidad, alguien debería indagar los motivos y los impulsos que, en perfecto uso de sus derechos, han llevado a unos seis millones setecientos mil españoles a votar a Pedro Sánchez.

La inmensa mayoría de los periodistas tendríamos que recapacitar sobre los fundamentos de esta profesión y llegaríamos a la conclusión de que las mentiras de Pedro Sánchez no son noticia. Entre otras características, la noticia es un acontecimiento inusual o poco habitual e incluso desconocido para el gran público, que se entera de su existencia a través de los medios de comunicación.

Las mentiras, las falacias, el trile, la estampita, el tocomocho, el cinismo y hasta la mirada engañosa de Sánchez, no son noticia porque son habituales y todo el que se quiera enterar las conoce perfectamente.

Y como el que quiere tiene al alcance de la mano estar al tanto de esa trayectoria política, aunque solamente fuera por curiosidad, alguien debería indagar los motivos y los impulsos que han llevado a unos seis millones setecientos mil españoles a votar a Pedro Sánchez.

Entre esos casi siete millones de ciudadanos que votaron a Pedro Sánchez, en uso de su derecho a dar el voto a quien quieran, los habrá convencidos, equivocados y hasta despistados, pero lo más preocupante sería que hubiera muchos engañados porque, a estas alturas, Sánchez solamente engaña al que quiere ser engañado.

Pero sí hay noticia en algunas de las decisiones de Pedro Sánchez tras la noche electoral. Noticia porque no era previsible una bajada de pantalones del calibre de la que ha llevado a cabo en su acuerdo con Pablo Iglesias, que es el gran triunfador y el mayor beneficiario de que esa prenda esté en los tobillos de la Presidencia del Gobierno.

Y como las verdades de Pedro Sánchez no existen, era de esperar que, en cuanto pudiera, pactaría con quien fuera para seguir en La Moncloa. Pero lo de la vicepresidencia, lo de los ministerios, lo de la rumoreada presidencia del Congreso y hasta lo del previsible programa económico y social, de consumarse, no deja de tener sus visos de noticia.

Noticia, entre otras cosas, porque no es usual ni habitual en los países de nuestro entorno  -por mucho que Iglesias se empeñe en contarnos que en toda Europa hay gobiernos de coalición- la existencia de un vicepresidente comunista, el nombramiento de ministros que abogan por el incumplimiento de la Constitución en una parte de España o, en palabras de Pedro Sánchez, la falta de experiencia en la gestión pública de algunos de los hipotéticos integrantes de ese gabinete de coalición.

Una coalición entre uno que no puede dormir y otro que no se fía del insomne, no es muy fiable ni se augura muy estable en el tiempo.

 

Pero la gran paradoja es que el que no puede dormir y ha ganado las elecciones, es quien tiene los pantalones en el suelo y la vergüenza política no se sabe dónde y el que no se fía de él, está en un verdadero sueño cuando ve lo que ha logrado, o está a punto de lograr, con un bagaje tan escasito incluso en votos y en escaños.

Puestos a tener un gobierno socialcomunista, en nuestra historia, aunque con poco éxito, los ha habido con más categoría personal y política entre sus componentes.

Y con los pantalones en su sitio.

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