Por la boca… Mamá, quiero ser experto

Ahora que pensábamos que con esto de la transparencia nos habíamos quitado de encima a una buena pléyade de asesores de los políticos, aparecen las comisiones de expertos.

Los expertos son un grupo de señores y de señoras (escribo señores y señores sin necesidad de reformar la Constitución), reclutados no se sabe por quién, ni tampoco por quiénes son propuestos, que se reúnen y evacúan (que nadie piense mal) un informe sobre la materia de que se trate.

Hasta aquí todo va más o menos bien. Pero es que en cuanto han evacuado, la materia de la evacuación se convierte en dogma de fe y hay que reverenciarla como si del oráculo de Delfos se tratara.

Es anunciar que lo ha dicho la comisión de expertos y mano de santo.

Ahora tenemos en pleno auge la comisión de expertos en relación a las pensiones. Se han reunido los expertos y han dicho... Pues no se hable más. El Gobierno asume la evacuación y la lleva a las Cortes Generales para que éstas evacúen una ley. Y hasta la próxima.

Porque hay o puede haber expertos para todo. Sin ir más lejos el ministro Montoro ya anuncia una comisión de expertos para que evacúen la reforma fiscal que se nos viene encima.

Y a fuerza de comisiones uno comienza a echar de menos a más expertos. Por ejemplo expertos que hubieran evacuado para Urdangarín, para la sanidad pública, para la tan controvertida ley de educación, para el banco europeo ese y para la Comisión esa que está en Bruselas. Expertos que hubieran evacuado sobre los Eres, sobre las gasolineras en las que reposta José Blanco y hasta en la asignación de los jueces para los distintos casos que se traen entre manos y entre excarcelación y 'carcelación'. Tampoco hubiera venido mal una comisión de expertos para evacuar a Mourinho. Claro que el portugués se ha evacuado solo.

Los expertos son muy útiles. Lo que pasa es que uno se malicia que o sobran los ministros o sobran los expertos. Si el ministro fuera experto se supone que no necesitaría de un experto. Si necesita un experto es que él no lo es y entonces lo mejor es nombrar ministro al experto y nos ahorramos un trámite. En fin un lío.

Los expertos tienen su pedigrí. Todos y todas (sin necesidad de reformar la Constitución, Sr. Rubalcaba), son catedráticos de universidad y doctores por varias universidades.

 

Claro que mientras uno busca en el ranking de las mejores y más prestigiosas universidades del mundo una que sea española, igual a los expertos, catedráticos y doctores, les ha llegado la jubilación y hay que buscar otros.

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