La jugada de Ibarretxe

El lehendakari Ibarretxe ha hecho uso de la facultad que le confiere el Estatuto de Autonomía de Gernika para disolver la Cámara Vasca y convocar las elecciones autonómicas el domingo 1 de marzo, coincidiendo con las que también tendrán lugar ese día en Galicia. Sólo cuatro autonomías reconocen en sus Estatutos esa prerrogativa a sus Presidentes: además de las ya referidas Galicia y Euskadi, Cataluña y Andalucía.

Habrá que dar por supuesto que Ibarretxe ha tomado esa decisión pensando fundamentalmente que es la que mas le conviene para sus aspiraciones electorales como candidato del PNV. Y seguramente no le falta razón, aunque como es obvio, eso tampoco va a decidir de antemano un resultado que se presenta muy incierto, dado el empate técnico entre el PNV y el PSE que todas las encuestas reflejan.

La decisión de Ibarretxe de hacer coincidir las elecciones vascas con las gallegas, evita en primer lugar que el PSOE pudiera aprovechar en su favor –en el supuesto de que la cita con las urnas en Euskadi hubiese sido después de la de Galicia- el efecto positivo de un posible buen resultado gallego. De esta manera, los ciudadanos vascos acudirán el 1 de marzo a votar, sin saber lo que ha pasado en Galicia.

Asimismo, la coincidencia electoral obligará a los dos grandes partidos nacionales, PSOE y PP, a desdoblarse para estar presentes durante la pre-campaña y la campaña electoral en las dos Comunidades Autónomas. Mientras que Ibarretxe sólo tiene que hacer campaña en el País Vasco. También, la decisión del lehendakari, colocará al PSOE –como acertadamente ha subrayado el dirigente del PP, Esteban González Pons- ante la contradicción de tener que defender en Galicia un acuerdo con los nacionalistas del Bloque con los que ha gobernado en esta legislatura, mientras que en Euskadi, el discurso tendrá que subrayar la necesidad de la alternancia al PNV que lleva gobernando en esa Comunidad la friolera de veintiocho años seguidos.

Pero todo lo anterior tendrá una influencia relativa. Al final, son los electores con su voto, los que dan o quitan gobiernos. Es verdad que las elecciones vascas del 1 de marzo son especialmente importantes e inciertas porque se percibe una posibilidad real de que el PNV pueda perderlas en favor del PSE, lo que no significa ni mucho menos que las tenga perdidas. El PNV es como un gato con siete vidas, que luchará, se revolverá hasta el último segundo por no verse en una situación electoral que pudiera suponer ser desalojados del poder, en la acepción más amplia de este último término.

Desde un punto de vista exclusivamente democrático, la alternancia no solamente es buena, sino necesaria. En ese sentido, parece aconsejable que las urnas enviaran al PNV a la oposición, como pasó hace pocos años con CIU en Cataluña. Pero eso está por ver. Incluso aunque el PSE resultara el partido más votado y con más escaños, resulta evidente que a Zapatero le conviene un pacto con el PNV en Euskadi, a cambio de asegurarse el apoyo parlamentario de ese partido en el Congreso de los Diputados.

Ese escenario, el de un gobierno de coalición PSE-PNV con un lehendakari socialista, supondría que por primea vez en la historia del País Vasco que su Presidente no sería nacionalista. Y en segundo lugar, una derrota electoral del PNV provocaría con toda seguridad la desaparición política de Ibarretxe y abriría un periodo de recomposición interna en el partido presidido actualmente por el vizcaíno Iñigo Urkullu. Pero habrá que esperar a contar los votos y los escaños en la noche del próximo uno de marzo. Queda mucha tela por cortar.

 
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