El problema de la economía española se llama Zapatero

Dos grandes políticos españoles decidieron en su día tirar la toalla y marcharse, al darse cuenta de que ellos eran ‘el problema’. Le ocurrió a Manuel Fraga, cuando decidió abandonar la presidencia del Partido Popular tras advertir que tenía un techo electoral infranqueable, y que por eso él nunca ganaría unas elecciones en España ni, en consecuencia, llegaría a presidir el Gobierno. Él era el problema para su partido.

Lo mismo le ocurrió a Felipe González en su etapa final. Sabía que contaba con el apoyo de un amplio sector de la sociedad español, pero al mismo tiempo se había conquistado el odio de prácticamente la otra mitad del país, lo que generaba un irremediable ‘voto de rechazo’ que haría imposible a su partido volver a ganar unas generales. Se convenció de que él era ‘la solución’, porque conservaba la firme fidelidad de una parte de los españoles, pero a la vez era ‘el problema’ porque la otra parte nunca le votaría. Y optó por abandonar, cediendo el paso a otros.

Vienen estas reflexiones a cuento de que, en opinión de cada vez más amplios sectores, no sólo políticos, sino también sociales y, sobre todo, económicos, el actual presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero, se ha convertido en ‘el problema’ para España.

Las grandes empresas, en riesgo

Las principales empresas, por dimensiones, liderazgo y proyección internacional, que se han movido hasta ahora por el mundo con solvencia y éxito, empiezan a entrar en niveles de riesgo grave, como consecuencia del intenso castigo de los mercados y de la descapitalización que vienen causando las vertiginosas y continuadas caídas de la bolsa. En pocos días, su valor ha bajado 30.000 millones de euros, una pérdida que, además, las hace cada vez vulnerables a tiburones exteriores.

Y al referirme a esas empresas, hablo de la economía real. No de vacías esas magnitudes macro que se reflejan en papeles, informes, estudios y previsiones. Se trata del dinero de verdad y de quienes crean riqueza en este país.

Se entiende por eso que la cúpula empresarial española, los diez o doce hombres que ‘mandan’ en ese ámbito, estén dispuestos a dar un puñetazo sobre la mesa. No aguantan más. Un golpe que pretenden dirigir al mentón del presidente del Gobierno, porque consideran que hoy el problema más grave para nuestra economía es precisamente José Luis Rodríguez Zapatero.

¿Por qué es él el obstáculo? Porque ya nadie confía en su persona. Porque ha perdido esa credibilidad indispensable para dirigir un país en grave dificultad. La pasividad culpable que ha mantenido hasta ahora, su contumacia en no poner en marcha medidas de fondo reclamadas por todos, desde el FMI al Banco Mundial, pasando por la Comisión Europea y el mismísimo Banco de España, ha hecho que este país haya perdido ya un tiempo precioso, que puede convertir en irreversible, en irrecuperable, el grave daño sufrido.

¿Y por qué Zapatero se ha empeñado en imitar al viejo don Tancredo? Por dos motivos. El principal, para no agitar las aguas de la protesta social, para no encabritar a los sindicatos, por querer ahorrarse una huelga general que los anteriores presidentes sufrieron sin que significara el final de su carrera. Por eso no toma medidas incómodas, ni apuesta por el recorte, la contención de gastos y la presión fiscal. El interés electoral es lo que se esconde detrás: no desea perder votos, aunque eso pueda llevar al país al borde de la ruina.

 

El segundo argumento es que cree que de la pesadilla nos ‘sacarán’ los otros, los demás países, los otros gobiernos que, tras aplicarse seriamente a la tarea de aprobar reformas, levantarán finalmente la economía de sus respectivos países y, de rebote, la del conjunto de las naciones. Y con ellas, España.

Los principales cerebros empresariales no perdonan a Zapatero que, ahora que sí, que en efecto, empieza a haber tímidos síntomas de que algo empieza a cambiar, el Ejecutivo continúe paralizado y catatónico. Entre esos indicios positivos están que la economía crece algo, aunque sea sólo ese 0,1 por ciento anunciado por el Banco de España; que el consumo interno parece despertar un poco; que incluso empiezan a construirse de nuevo pisos; que los coches han tenido un inicio de año espectacular, y que hasta la publicidad intenta renacer. No le perdonan que todo eso no esté sirviendo porque el crédito del presidente es cero y los mercados no se lo creen.

Hablaba de una iniciativa contundente de las grandes compañías respecto a Zapatero. La coincidencia, este jueves, de tres diarios nacionales, ABC, El Mundo y La Vanguardia, pidiendo adelanto un adelanto electoral, puede ser parte de ese empujón que quieren darle.

No haría falta mirar fuera de nuestras fronteras, ni acudir a fuentes ajenas para constatarlo, pero es que, del desastre personal que, como político, sufre el presidente del Gobierno, son alarmante muestra la suma de editoriales y artículos demoledores que le han dedicado periódicos de numerosos países, desde Estados Unidos a Gran Bretaña, pasando por Francia, Alemania e Italia, por citar algunos. Pocas veces hemos visto los periodistas españoles una tal y tan profunda avalancha de descalificaciones y tamaña muestra de desconfianza. Y de ellos toman buena nota los inversores. Ahí hemos de ver una parte considerable de nuestros problemas con la economía, en que Zapatero no merece confianza.

¿La conseguirá? A estas alturas de la legislatura, hay que abandonar toda esperanza. No correrá el riesgo de enajenarse ningún voto. Desde luego, no convocará elecciones anticipadas, como empiezan a pedirle. Simplemente porque las perdería, y él no es precisamente un suicida.

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