La vuelta del rey y Bilderberg

Cuando, en enero de 1983, don Juan Carlos sufrió un grave accidente de esquí en la estación suiza de Gstaad, y tuvo que ser trasladado a España en avión-ambulancia, le recibió en Barajas, a pie de pista, Sabino Fernández Campo. Contemplando al monarca en la camilla, el entonces secretario general de la Casa no puedo menos que exclamar: “Majestad, un rey no puede verse así, a menos que vuelva de las cruzadas”.

Verdad es que el monarca se ha visto envuelto en numerosos episodios médicos, de los que han dado cumplida cuenta estos días los medios de comunicación, incluidas hospitalizaciones. Pero la última operación, de un nódulo en el pulmón, ha venido acompañada de sensaciones nuevas. Quizá por lo inesperado de la intervención, después de que tras un chequeo se anunciara que todo estaba bien, o tal vez por el fantasma del tumor canceroso. Pero pienso que sobre todo se ha debido a que, sin que nadie se haya atrevido a expresarlo verbalmente, ha aparecido en el horizonte de los españoles la incógnita de un relevo en la Jefatura del Estado antes de lo que se estaba calculando.

Al final, todo ha salido bien, don Juan Carlos salió definitivamente el viernes de su condición de convaleciente en vigilancia médica, y ya está de vuelta a casa y a su despacho. Aunque, de nuevo, con una salida a la calle no demasiado cálida, en el sentido de que, igual que ocurrió cuando abandonó el Clínic, nadie de la familia le acompañaba en ese momento. Los españoles estamos acostumbrados a que uno o varios familiares estén junto a quienes salen de un hospital. El rey apareció demasiado solo. Y eso tenían que haberlo previsto, y remediarlo en su caso, quienes se ocupan de la imagen de la Casa.

Falta de claridad

No ha sido una semana tranquila del todo para las personas que trabajan en La Zarzuela, ocupados, por ejemplo, en frenar cualquier exceso valorativo tras el acontecimiento de que el príncipe de Asturias presidiera, en lugar de su padre, la cena de gala en el Palacio Real a los asistentes a la cumbre Europa-América. El mensaje que se lanzaba era: no se ha producido ningún relevo, el rey sigue operativo, no hay sustitución.

Para remacharlo, don Juan Carlos ha firmado estos días desde Barcelona algunos decretos leyes, y así ha constado en el propio Boletín Oficial del Estado, donde se reseñaba expresamente la Ciudad Condal como lugar de la rúbrica.

Pero algo menos listos han estado esta vez, los cerebros de La Zarzuela, en los menesteres de la comunicación. Si se diseñó una espléndida operación de imagen el día en que el rey fue intervenido, y lo mismo durante los posteriores, en que permaneció en el Clínic, a partir de su salida se extendió un tupido velo de silencio, que propició preguntas como las siguientes: ¿Dónde está el rey? ¿Es que hay complicaciones hospitalarias? ¿Pasa algo que no nos quieren decir?

Poco a poco se fue sabiendo que seguía en Barcelona, que había vuelto a ‘su’ clínica, la Clínica Planas, donde se encontraba internado. No estaba en la residencia real de Pedralbes, que sí fue utilizada alguna noche por doña Sofía en los días de la operación, ni tampoco en un hotel de lujo. Y, también con cuentagotas, se habló de que se dedicaba a ejercicios de recuperación pulmonar habituales en ese tipo de dolencia. Pienso que no había motivos de seguridad claros para empeñarse en el silencio.

 A consecuencia de esa opacidad, durante la semana llegaron a circular en los medios nacionales rumores alarmistas. Y hasta hubo alguna televisión que empezó a preparar informativos especiales. Es lo que pasa cuando se apaga la luz sin motivo.

 

Un heredero preparado

Aunque desde la Casa la consigna sea minimizar la sustitución, lo cierto es que a los ojos de los españoles ha llegado el mensaje de que hay relevo. Lo cual tendría que aportar cierta tranquilidad a quienes quieren preocuparse por qué pasará ese día en que don Juan Carlos falte, que alguna vez tendrá que llegar.

Otra vez, el heredero ha transmitido una formidable impresión de solidez personal y de solvencia intelectual, en los pocos actos protagonizados durante la ausencia de su padre. Así lo vieron los mandatarios europeos y americanos, aunque para la mayoría de estos últimos no ha sido una sorpresa porque casi todos conocen al príncipe Felipe desde hace tiempo.

De todas formas, y para despejar incógnitas, todo indica que el relevo definitivo, el cambio en la Jefatura del Estado, va a tardar un tiempo. No se detecta en don Juan Carlos ninguna voluntad de abandonar antes de tiempo, quizá porque sigue pensando que los tiempos no están ya para hacer probatinas.

Bilderberg nos vigila

Hablaba la semana pasada del ultimátum que han lanzado a Zapatero desde fuera de nuestras fronteras. A lo largo de los días se ha ido confirmando que el tiempo para resolver la crisis económica española se le está agotando. Angela Merkel y Barack Obama son los artífices directos de la vigilancia sobre el presidente para ver qué hace en el enderezamiento de nuestra castigada economía.

Zapatero y la economía española van a ser sometidos a un riguroso examen a principios de junio, cuando se reúna, en un hotel de lujo de Sitges y en medio de la máxima reserva, uno de los grupos más poderosos del planeta, el Club de Bilderberg. Como es sabido, se trata de una muy discreta institución, un grupo de influencia, que reúne a más de 120 personajes, presidentes, primeros ministros, políticos retirados y futuros gobernantes, generales, banqueros, miembros de la realeza y lo más selecto del mundo financiero, industrial y mediático de Europa, Estados Unidos y Canadá.

Ante ese colectivo, que algunos no han dudado en denominar el “Gobierno secreto del mundo”, comparecerá Zapatero en persona. Dicen que intentará convencerles de la solvencia de la economía española. De que lo consiga va a depender su futuro como político, que está ligado, como se ha contado en ECD, a que España salga de la crisis que le atenaza. Y tiene que ser ya.

Por cierto que también está prevista la asistencia de doña Sofía, que es una habitual del club, al que ha acudido en nueve ocasiones.

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