Prefiero mirarte

La niña, sonriendo dice a su padre: “prefiero mirarte”. El hombre no entiende, pregunta como si su hija quisiera otra cosa para distraerse y él quisiera complacerla. “¿Qué es lo que quieres?”. María, sin dejar de sonreír ni de mirarle silabea: “¡pre-fi-e-ro-mi-rar-te!”.

Una mujer de diez años que prefiere mirar a quien ama antes que distraerse con historias falsas. Mirar a quien quieres revaloriza cualquier acción, incluso ver cómo le cortan el pelo. Al mirar con afecto permites ser afectado. Al afectarte conoces más y, si quieres, puedes amar de verdad.

Mirar lo que amas te facilita descubrir la belleza que hay ahí. La belleza siempre canta la canción de la verdad. Por eso lo bello atrae y se trata con respeto y elegancia. Una paciente, quien comenzaba a mirarse y a percibir la dignidad, la verdad y la unicidad de ella misma, me relataba:

Hoy cuando he salido de la consulta y me acercaba como de costumbre a coger el ascensor, ninguno de los dos se encontraban en la planta, solo el montacargas.

Otras veces he montado en el montacargas, y bien, he salido igual que he entrado. Pero hoy me he parado. He llamado al ascensor y he esperado. He salido mucho mejor que he entrado. 

Pienso si realmente esto tiene tanta importancia, quizá un ascensor o un montacargas no tiene la capacidad de decirme quién soy y cómo me he de sentir. Pero sí tiene importancia mi actitud al esperar al ascensor. Me he sentido respetada. ¿Por quién? Por mí. Creo que necesito más gestos gratuitos y triviales como este.”

Esta persona prefirió mirarse a sí misma con un gesto gratuito. El amor sólo es amor si es gratuito. Sin embargo no es trivial, es extraordinario y continuamente novedoso, teje la vida con los hilos de la propia voluntad.

Cualquier vida merece la pena: dura y bella a la vez, cansada y enriquecedora, agotadora y animante, atractiva y repelente. Caras y cruces de una vida maravillosa que es la tuya. Maravillosa no porque sea fácil y agradable, sino porque es bella, porque es única y porque es verdadera.

Tú puedes elegir si mirarte y considerarte una carga para el montacargas con la basura o una persona digna para el mejor de los ascensores. Se puede vivir con todos sus matices agradables y desagradables, felices e infelices, gratos e ingratos... poniendo el acento en que son tuyos y basta eso para que valga la pena.

 

Un frío y oscuro día de lluvia Goethe estaba de bajón y escribió: “Aquí abajo habría menos amarguras si los hombres no se dedicasen con tanto ahínco a recordar dolores antiguos, en vez de soportar con entereza los presentes.

Supongo que si hubiera estado sentado en una terraza de alguna luminosa ciudad andaluza departiendo con García Montero, este le habría contestado, sí, pero “Si alguna vez la vida te maltrata/acuérdate de mí/que no puede cansarse de esperar/
aquel que no se cansa de mirarte.

No te canses de esperar ni de mirarte y, si no te sale, acuérdate de esa persona que te mira con los ojos que tú necesitas, y pídeselos prestados.

Carlos Chiclana

Médico Psiquiatra

www.doctorcarloschiclana.com

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