¡Salvad los cuerpos!

                Ayer soñé que me paseaba con una avioneta de esas que arrastran una pancarta. Iba recorriendo toda la costa española para que desde las playas leyeran a Albert Camus que exclamaba: ¡Salvad los cuerpos!

                Miré por la ventanilla de la cabina y en una de las playas vi a Mafalda que observaba cómo su padre estaba con mirada “puntifija” en todas y cada una de las bañistas. Mafalda con su cariño de hija y su sabiduría de Quino, se le acerca y le trata de quitar algo del ojo. Ante el asombro de su padre, ella le explica: se te ha metido un biquini en el ojo.

                Las piscinas y playas son un escenario muy apropiado para salvar los cuerpos, tanto el propio como los ajenos. Porque cuando expongo mi cuerpo no sólo es un cuerpo soy yo. Cuando miro un cuerpo, no es sólo un cuerpo es una persona. Los cuerpos necesitan mimo, cariño, cuidado y también exigencia, mantenerlos a tono y que no nos tiranicen. Podemos hacerlo así en los intercambios de miradas veraniegas.

                Aquella tonadilla que decía “aunque parezca mentira me pongo colorada cuando miras” parecerá más o menos tonta, pero encierra la sabiduría de que el encuentro y la relación de dos cuerpos con la mirada, es la relación de dos personas, con su vida, sus pensamientos, sus emociones, sus intereses.

                Cada cuerpo que ves en la playa o en la piscina no es solo carne, curvas, músculos, piel y más o menos pelo. Es el cuerpo de una persona concreta que tiene unos sueños, unos deseos, una comida preferida, una madre, unos amigos del cole, un trabajo, un proyecto de vida.

                Realicé un encuesta doméstica a unos 100 amigos/as sobre cómo se sentían cuando eran mirados en la playa o en la piscina. Una de las encuestadas respondía así dejando a los hombres por los suelos: “… cuando era bebita me sentía intimidada pero ahora me parece algo normal en el hombre que te miren de arriba a abajo de forma natural... simplemente no lo pueden evitar, ¡viste! ¡Sos así todos! No pasa nada. Lo considero algo normal y algún piropo te hace gracia si lo hacen bien y son educados, te miran disfrutando. No lo pueden evitar. Ahora, a veces hay algún desequilibrado que te mira lascivamente y eso me da un profundo asco y lo que me produce es enfado e igual le digo algo en plan: ¡cerdo que asco das! Resumen: si te miran bien, no pasa nada, y te sientes divertida aunque no te crees ni palabra de lo que dicen claro. Si te miran mal pues te sientes asqueada y rabiosa

                Después de que Mafalda le sacara el biquini a su padre del ojo, este volvió en sí y vio a su mujer tumbada tranquilamente tomando el sol. Unos metros más allá un individuo miraba con fruición el cuerpo de su mujer. En la siguiente viñeta aparece la mujer con cara de sorpresa, tapada hasta el cuello con una toalla y el marido enfadadísimo. Parece que cuando es otra persona la que mira sí percibimos cómo lo hace y si está invadiendo, pero ¿y cuando somos nosotros los que miramos?

                En la mayoría de las respuestas de la encuesta se refleja que ese encuentro de mirada-cuerpo es un encuentro de personas porque es diferente el sentimiento según distintos factores:

                - Quién te mira y qué relación personal tiene contigo: “creo que lo peor es cuando miran las mujeres, creo que entonces sí te sientes criticada (esa barriga, vaya cartucheras, qué horror de pintas...) en fin supongo que sólo será cuestión de complejos”, “respondo a las mismas mostrando naturalidad e incluso haciéndome gracia en algunas ocasiones”, “si consideras atractivo/a al otro es muy probable que entre en juego tu ego personal y te agrade”, “en la piscina de mi casa me he sentido incómoda cuando alguna vez estaba tomando el sol y ha entrado el portero a revisar algo”.

 

                - Cómo te mira y cuál es la actitud y afecto de esa persona hacia ti: “me da vergüenza y le devuelvo la mirada con cara de asco queriéndole decir ¿quién le da permiso si no me conoce de nada?”, “hay miradas de graciosos y muchas más de los que las chicas llamamos "babosos " y nosotras nos sentimos invadidas y desnudadas”.

                - Cómo recibes la mirada según el concepto de ti mismo: “me siento más bien halagada ya que la gente va con poca ropa o medio desnuda y me siento súper guapa con el bañador”, cuando me siento observada, precisamente sé que no es por mi buen tipo, por lo que me siento la protagonista de Moby Dick”, “si estoy gordo me siento pesado y con pocas ganas, si tengo buen tipo, no me siento de ninguna manera”, “es como si sintiera que me están juzgando duramente, sacando todos mis defectos físicos”, “si miran y les gusta o no les gusta, pues... me da un poco igual”.

                - En qué lugar os encontráis: “en la piscina me da la sensación como de estar en ropa interior en el patio de mi casa. En la playa me siento como en casa, ahí sí me parece el sitio apropiado”, “recuerdo cuando estuvimos en China, allí sí eran tan descarados que me sentía violentísima, pero es lo que tiene usar bikini en un país donde se bañan con falda, guantes y paraguas”.

                Puede ayudarnos reflexionar sobre cómo miramos, qué hacemos con nuestras miradas y con las ajenas, cómo nos mostramos para ser mirados, cómo nos sentimos cuándo nos miran y así aprovechar algo tan cotidiano de estos días de sol para seguir conociéndonos y creciendo en la dirección que cada uno elija.

                Podemos cuidar nuestros ojos y que no se nos metan los biquinis que no son nuestros, tratar bien a los demás con nuestra mirada y por los menos salvar los cuerpos del maltrato que puede diluirlos y servirnos del cuerpo para llegar a la persona.

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