El oráculo de la papelera

            Vuelta al trabajo, vuelta al cole. Atasco. En la radio suena “La llamada”, último sencillo de Ismael Serrano: “Escucha la llamada / únete al grito de los cansados / La vida fue un ensayo hasta ahora / Sal a la calle, salta las olas / Brilla en la tarde tu luz de aurora / Que el miedo cambie de bando / Que el precariado se haga visible / Que no se olviden de tu alegría / Que la tristeza si es compartida / Se vuelve rabia que cambia vidas”.

            Una llamada a la dignidad y custodia de uno mismo. Quizá estás ya cansado de tantas cosas. Siempre igual. Escucha la llamada. A la lucha por la propia identidad. Salta las olas. A no someterse ni alienarse. A no conformarse con lo que hay. Primero con uno mismo, sin colgar el mochuelo al “padre castrador” de turno. Ya somos maduros. Crisis de identidad para cambiar a mejor. Gobierno de ti mismo.

            Paseaba por un país extranjero con un amigo que me pedía consejo sobre varias piezas de su vida que no encajaban. Compartía su tristeza. ¿Cuál podría ser la solución? Nos encontramos con una papelera-oráculo que tenía una pintada en castellano: “¿quién eres tú?”.  

            Español en medio de flamencos y valones. En su lengua materna: “es que eso es lo que me pasa, que todavía estoy viendo quién soy yo en mi familia, en el trabajo, con mis amigos…”. Hicimos visible su precariado. Crisis para llegar al gobierno.

            Sesión de psicoterapia. Trabajaba con un paciente la expresión de sus emociones, intereses y pensamientos. “Carlos, es que no entiendo para qué sirve”. Ilusionado le intenté hacer caer en la cuenta de que si él se conocía y se daba a conocer, permitía a la otra persona encontrarse con él y que sólo desde ese encuentro verdadero de libertades, se podría decidir en conciencia si estar en pareja o no. Conocimiento. Conciencia. Libertad.

            Me miraba asombrado y transformó mi ilusión en desconcierto: “Nunca he experimentado eso que tú dices y permíteme que los que no hemos tenido esa epifanía, pongamos en duda que ese tipo de encuentro exista”.

            Lo mismo le pasa a Theo, el protagonista de “El jilguero” (premio Pulitzer 2014). Tras unos años complejos de abandono, traumas, violencia, sexo y drogas, amistad y amor, sigue buscando su identidad y reflexiona “…cuando tenemos dudas ¿qué debemos hacer? ¿Cómo sabemos qué es lo que más nos conviene? Todos los psiquiatras, todos los orientadores de profesión y todas las princesas de Disney saben la respuesta: sé tú mismo. Haz lo que te diga el corazón”.

            No le sirve. La simpática inmoralidad reinante ha sacrificado su identidad en el altar de la economía, el éxito, la propiedad, el placer. Pide explicaciones: “¿qué pasa si da la casualidad de que tienes un corazón que no es de fiar? ¿Y si el corazón por sus propios motivos insondables, te aleja con obstinación en una nube de resplandor indescriptible de la salud, de la vida doméstica, de las responsabilidades cívicas y de los contactos sociales, y de todas las virtudes comunes tibiamente mantenidas, y te lleva directo a un bonito espectáculo de ruina, autoinmolación y catástrofe?

            ¿A quién no le ha hecho alguna jugarreta su corazón? La experiencia y la formación personal, van ayudándote a descubrir que la verdad existe, aunque solo la conozcamos parcialmente. Me pasaba también con un compañero de trabajo. Con menos años de experiencia, defendía un argumento comprensible en los tiempos que corren y difícil de compartir si te dedicas a trabajar con personas: “es que no quiero normas ni que me influyan, lo que importa es el amor y la espontaneidad”. Pero no le estaba dando buen resultado. Como a Theo.

 

            Ambos en una encrucijada: ponerse sumisamente en camino hacia la norma o arrojarse de cabeza y riéndose a la furia sagrada que grita su nombre. Theo propone una solución que apela a la libertad y a la conciencia: “No se trata de apariencias externas sino de significado interior. Una grandeza en el mundo pero no del mundo, una grandeza que el mundo no entiende. Ese primer destello de pura otredad en cuya presencia floreces una y otra vez”.

            Como los protagonistas de la película “Begin again. Afrontar las dificultades, recomenzar para no dejar pasar el tren de la vida. Ponle música a tu cambio. Con la certeza de que el hombre, además de libertad, es novedad. Por eso si sigues la llamada de tu identidad pasarás de vagabundo a caminante. Con origen y destino. Cuesta lo suyo. Merece la pena.

Carlos Chiclana

Médico Psiquiatra

www.doctorcarloschiclana.com

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