La vida al pie de la letra

Veía con mi padre unas fotos suyas de los años 60, me señaló a un conocido en una reunión de trabajo: “este hombre se murió porque veía la vida en blanco y negro. Era de los de todo o nada, o blanco o negro, y así, claro, duró pocos años”. No había caído en la cuenta de que se puede perder la vida viviéndola de esta manera. Viviéndola al pie de la letra.

Sí, he visto vidas rotas por ese afán de que las cosas salgan como yo tengo previsto, como tienen que salir, como ha de ser. A veces es mejor vivir en el presente y disfrutar de lo que haya para vivir ese día, sin exigirnos representar lo que pone en el teórico guión de nuestro parecer, pues a lo mejor ha cambiado el escenario y hacemos el ridículo. Cada uno tendrá un estilo de vida, un fondo en su proyecto vital que será aplicable a todos los escenarios. Nos ayudará ver, mirar y mirar hasta contemplar. “Navegar hasta ser agua…”, como decía mi amigo Pedro Antonio Urbina.

Otro amigo que descubrió la gozada de no vivir anclado en el afán de control me escribía de él y su mujer: “…y desde entonces nos tomamos la vida con ese puntillo de imprudencia que nos hace ver más allá de lo que está escrito para ver que, más allá de la misma vida, aquí al lado, hay muchas cosas importantes que no deben perderse en el tedio de la rutina, en la planicie de lo ordinario. No el Más Allá con mayúscula. Si no el aquí cerquita, a tu vera, en el barrio, a la vuelta de la esquina, en los recovecos de la vida. Y desde entonces nos lo pasamos muy bien, estamos muy tranquilos y nos reímos mucho. Cosas de la vida… que no es bueno tomársela al pie de la letra, porque casi nunca ocurre lo que uno tiene previsto. ¿Será el destino? ¿Será la mano de Dios? Maradona dijo que fue la mano de Dios, pero realmente fue la suya. Eso es lo que yo digo –sin que sea un desprecio a Dios- que el hombre puede hacer mucho más. Y la mujer ya ni te cuento. Meterle mano a la vida –en el buen sentido de la expresión, si es que lo tiene- para disfrutar de lo lindo con lo que haya para vivir cada día.”

Ayuda mucho detenerse a mirar la vida, qué hay y quién hay ese día. El que no se para a mirar, no ve más que su propia imagen reflejada en las cosas y acaba cansado de sí mismo, creyendo que se ha cansado del mundo. Puede servirnos dejar huecos en el día para respirar y ver a qué huele la vida, pararnos para percibir que la vida no es una contrarreloj del Tour de France.

                Hace unos años fui a hacer un ingreso hospitalario y al llegar al despacho, vi que no se había seguido el protocolo. El paciente estaba en un despacho que no era, no estaban preparados los papeles necesarios, faltaba un carpeta y otros detalles que hicieron que me enfadara por dentro en plan “aquí todo se hace mal y no se sigue lo que está previsto”. Intenté que el paciente no notara mi enfado y fui escuchando el porqué de su ingreso en el hospital psiquiátrico: tenía retraso mental y esquizofrenia, venía al hospital porque su hermana que le ayudaba debía de irse a una casa de acogida; porque una pareja que tuvo, de la que contrajo el VIH, acababa de salir de la cárcel por haberle agredido a ella y ahora la estaba buscando para matarla. No podía ir con sus padres pues estaban muertos, su madre se tiró por una ventana y su padre             falleció por cáncer. Poco a poco me fui riendo de mi mismo y me dije: ¡qué listo eres tío, olé tus protocolos!

                También nos puede servir mirar quién hay. No hay nada como pensar en los demás para dejarse de tonterías y después, ya con los demás dentro de nosotros, atender de nuevo a esas mismas tonterías, pero ahora con la libertad que da tener el corazón tan lleno de amor, que impide que las tonterías aniden en él.

                Caeremos en la cuenta de que mis planes son relativos, son importantes pero relativos a otras personas a otras realidades y en esa relación se modulan, se adaptan, se modifican con la ilusión de saber que pertenezco a un grupo que me enriquece y al que enriquezco.

                Empezaré a valorarme por lo que soy y las consecuencias positivas que eso tiene en mi obrar, sin necesidad de confirmar que soy yo al repasar mi hoja de resultados. Así podré dejar de valorarme por lo que hago o no hago, y dejaré de valorar a los demás del mismo modo. Podré delegar con confianza sabiendo que no soy la/el mejor, que hay muchas personas que hacen las cosas bien, a su estilo, a su aire, que es diferente del mío, y que también llega a buen puerto.

                Ver la vida en colores y no tomársela al pie de la letra. Navegar hasta ser agua, por aguas de distintos mares. Respirar, oler y disfrutar.

 
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