Las otras violencias contra la mujer: visibilizar para erradicar

En los 15 años que llevo como profesora de medicina preventiva y salud pública, he impartido numerosas sesiones sobre la salud de la mujer. Las conversaciones con mis alumnos a la salida de clase o en el despacho, donde me comparten sus inquietudes, me han enseñado que tenemos que ver más allá de la teoría, porque la teoría se encarna después en la vida de cada persona. Es ahí donde tenemos la posibilidad de acompañar, atender y, muy especialmente, dar visibilidad a aquellas situaciones que vulneran a las personas. 

La violencia contra la mujer es definida por las Naciones Unidas como “todo acto de violencia que tenga o pueda tener como resultado un daño o sufrimiento físico, sexual o psicológico para la mujer, así como las amenazas de tales actos, la coacción o la privación arbitraria de la libertad, tanto si se producen en la vida pública como en la vida privada.” Si tenemos en cuenta esta definición, intuimos que existen otras formas de violencia más silenciadas e invisibilizadas y que exponen a la mujer a una vulnerabilidad más profunda: la de dejarla sola ante su sufrimiento. Hoy solo señalaré dos de ellas, aunque desgraciadamente existen más. 

1) La violencia en los servicios de salud reproductiva, reconocida por Naciones Unidas y la Organización Mundial de la Salud, que ocurre también en países desarrollados. Incluye, entre otras, la mala praxis en el parto y la ocultación de información para que la mujer de su consentimiento a determinadas prácticas. Se puede añadir también la desinformación sobre los efectos adversos de los anticonceptivos, que tantas mujeres están sufriendo, o sobre las técnicas de reproducción asistida (incluida la congelación de óvulos), que ni son tan eficaces ni tan inocuas como se venden. Se atenta contra la libertad y autonomía de la mujer cuando se comercializa con su útero en la “gestación subrogada”. También cuando se le ofrece el aborto como única salida para no perder el trabajo, se le ocultan las consecuencias para su salud, se le engaña diciéndole que en su vientre solo hay “unas células” o se le ofrece como única opción cuando su hijo presenta alguna enfermedad. Las mujeres tenemos derecho a acceder a una información científica veraz y completa para tomar decisiones sobre nuestra salud y merecemos también que se nos ofrezcan alternativas eficaces y con menos riesgos.

2) La producción, divulgación y el consumo de pornografía. El año pasado se registraron 115 millones de visitas diarias a uno de los mayores portales de pornografía. Los expertos advierten que, además del riesgo de adicción, la pornografía fomenta la violencia contra la mujer y contribuye al tráfico y explotación sexual de mujeres y niños. Ofrece una imagen muy distorsionada del sexo y muestra a la mujer como un objeto a merced de cualquier maltrato. Por eso está convirtiéndose en una de las puertas de entrada a la violencia de pareja, a los abusos sexuales y posiblemente a las violaciones en manada. Aún recuerdo a una chica, que tras una de mis sesiones, se me acercó y me pidió que siguiera poniendo voz a este grave problema de la pornografía, porque detrás de los estudios y las estadísticas había personas reales como ella sufriendo las consecuencias. La creciente accesibilidad a la pornografía a edades cada vez más tempranas (un niño de 9 años con un dispositivo electrónico ya está recibiendo pornografía sin buscarla) pone de relieve el papel fundamental de la educación de nuestros niños e invita a las familias y a la sociedad a hablar sobre ello, fomentando el desarrollo integral de la sexualidad y la convivencia armónica de hombres y mujeres. 

Edith Stein, gran defensora de la mujer en el siglo XX, afirmó que “el mundo no necesita lo que las mujeres tienen, el mundo necesita lo que las mujeres son”. También podemos decir lo mismo de los hombres. En el Día Internacional de la Erradicación de la Violencia contra la Mujer es importante recordar que necesitamos el esfuerzo de todos, hombres y mujeres, para lograr este objetivo. Ojalá este día renueve el compromiso de cada uno y cada una por promover vínculos saludables, donde el respeto y el reconocimiento del valor infinito de cada persona sean una realidad.

Dra. Cristina López del Burgo

Profesora titular de Medicina Preventiva y Salud Pública. Directora del Proyecto de investigación “Determinantes de la violencia de pareja en adolescentes. Prevención desde el ámbito escolar”, Instituto Cultura y Sociedad, Universidad de Navarra.

 
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