Aprobado general… ¿también en la vida?
En general, damos mucha importancia a lo que nos pasa, curioso este hecho, cuando constantemente estamos fuera del “aquí y el ahora”. Sin embargo, en la vida, lo importante son los procesos, mucho más que los sucesos. Piénsalo durante unos segundos…
En todo este debate político-educativo, más político que educativo como desgraciadamente suele suceder, encontramos dos errores de bulto, de fondo y de forma:
Uno tiene que ver con qué evaluar, qué peso darle, cuándo hacerlo y cómo hacerlo. Nuestros alumnos estuvieron en las aulas, aprendiendo de forma presencial, durante 6 meses de los 9 que tiene un curso escolar. Sus trayectorias ya estaban encaminadas cuando surgió la crisis del coronavirus y tuvimos que abandonar nuestros centros educativos. Después, se ha seguido tele-enseñando y tele-aprendiendo, es verdad que sin plenas garantías de equidad entre todos los alumnos. Por cierto, aspecto este en el que más allá de recabar datos, no se ha intervenido. Ante esta situación se plantea que la repetición de curso sea algo excepcional y el pasar de curso la norma, pero ¿no es esto ya así, tal cual, expresado y definido, en nuestra actual ley de educación? Entonces, ¿qué novedad nos han venido a presentar? La novedad, dolorosa y dañina, es que este hecho se ha convertido en titular como “Aprobado general”. Por cierto, un titular que a muchos niños y, sobre todo, adolescentes, les ha provocado que el boli se les caiga de las manos de golpe. No son la mayoría, pero son los que más necesitaban de esa tensión académica que hemos intentado mantener, para concluir el curso en las mejores condiciones posibles.
Esa pregunta, antes planteada, queda sin respuesta y se emborrona más por el segundo error de bulto:
No hay criterios comunes ni no comunes y claros para la toma de decisiones que hay que llevar a cabo en este tercer trimestre escolar, tan especial. Eso sí, nos has quedado claro quién tiene que tomar decisiones y “enmarronarse”, aunque esto no es novedad (¡cómo me gustaría que, en cualquier sector, se tenga en cuenta a los que “están en el barro todo el día”, ellos saben mucho de cómo trabajar ese barro): “El equipo docente decidirá…”, “el claustro consensuará estas decisiones…” y con frases de este tipo la pelota queda, como de costumbre, en el tejado de los profesores. Esto tampoco es novedad, las leyes de educación proponen y los docentes obedecen y sobreviven. Nuestra gran habilidad es que somos capaces de educar, a pesar de las leyes educativas y a pesar de los políticos de turno y sus ocurrencias varias.
Ante esta situación, vuelvo a repetir que lo importante son los procesos, no los sucesos, lo importante es mirar la película entera, no el fotograma concreto. Y la película y los procesos tienen mucho que ver con lo que ha sucedido en estos primeros 6 meses de clases y con lo que ha sucedido después. No perdamos de vista esto a la hora de ir evaluando a nuestros alumnos. Ni posturas buenistas, nunca justas para nadie, ni posturas rígidas, que se rompen con facilidad. ¡Funambulistas al poder! ¡Juego de equilibrios más que nunca!
Tim Elmore, experto en coaching educativo, afirma que los cuatro grandes errores que cometemos los adultos en educación son: Arriesgamos muy poco, ayudamos muy rápido, elogiamos con mucha facilidad y premiamos a la más mínima. ¿Toda esta crisis del coronavirus, no ha servido, al menos, para demostrarnos la importancia de la voluntad, el sacrificio, el esfuerzo, la fortaleza, la resistencia, la constancia…? ¿No estamos en un momento ideal para que nuestros alumnos aprendan el poder de estos valores? Esta situación será, dentro de un tiempo, solo un suceso en el proceso de su vida, hagamos que sea un suceso significativo, en el que aprendió muchas cosas más allá de lo curricular. No convirtamos esto también en motivo de facilitar y allanar hasta el extremo, porque la vida, ya lo hemos visto, no suele hacerlo.
Dori Díaz Montejo
Colegio Montpellier de Madrid
