La presencia en Educación es insustituible

Clases particulares
Clases particulares

Pensando en cómo será la vuelta a las aulas y cruzando los dedos para que volvamos, es tiempo también de hacer repaso de lo aprendido en este curso para que sirva de guía para el siguiente.

Durante los largos días de confinamiento pase más horas de las debidas y deseadas sentada en una silla, frente a una pantalla de ordenador, en el salón de mi casa, convertido en oficina. Mi lugar en este espacio estaba junto a un mirador lleno de luz, en el que hay diferentes macetas. Siempre he tenido buena mano para las plantas, pero nunca han estado tan frondosas como en esta época. Y yo me preguntaba: ¿qué ha pasado de diferente? ¿qué he hecho distinto para que este vergel esté así? No soy de las que creo que hablar a las plantas las beneficie ni suelo hacerlo. Llegué a la conclusión de que el aire fresco y ventilado y la luz, a los que se exponían muchas más horas al día, habían obrado el milagro. Una de estas plantas creció y se expandió hasta pegarse literalmente, cual lapa, a un mueble de madera que hay cerca. Ella no sabe que esa madera es artificial y barnizada, y como no lo sabe, buscó un hermano de naturaleza parecida a la suya, al que adherirse, como para nutrirse mutuamente, como para hacer el camino de la vida juntos.

Y todo esto, ¿a qué viene? Todo este proceso que observé, durante el confinamiento, me sugiere similitudes con el proceso educativo. Por ejemplo:

La planta no sabe que la madera del mueble es artificial, por eso se une a él, conecta. Nuestros alumnos sí saben, sí sienten, que las pantallas son artificiales y que el profe que ven a través de ellas no está al lado, piel con piel. Los niños y adolescentes necesitan adherirse a figuras reales, táctiles, de ellas absorben valores, conductas y actitudes para luego formar su propia selección de ellos. Necesitan conectar y conectar cerca. Sentir el aliento y la mirada y el empuje y la voz y el susurro y el guiño…

Los contenidos curriculares, rara vez, necesitan de personas o de presencia física para ser transmitidos. Todo está en internet, todo está en la red, espacio que se asemeja a una gran biblioteca con millones de ejemplares de todo tipo. Lo que sí necesita personas y presencias es la educación en criterios y en sensibilidades para elegir qué libros leo y uso y cuáles deshecho de esa gran librería. No olvidemos que la mente es como un jardín y dependiendo de las semillas que eches, así serán las floren que broten.

En educación, la adhesión, la conexión, la alimentación y la retroalimentación es diversa y es mutua. Educadores y educandos se nutren mutuamente, a pesar de su diferencia de edad, de sus peculiaridades personales, de sus creencias, de su género… cada uno coge lo que necesita del otro y cada uno se lleva, sin darse cuenta, lo que queda impregnado del otro.

Dicen las estadísticas (aunque hay estadísticas para todo y que dicen de todo) que los resultados finales de los alumnos, este curso, no han diferido tanto de los de otros cursos anteriores. Yo me pregunto, si esto es así, ¿qué necesidad hay de enseñanza presencial, de escuelas, colegios e institutos y de una educación tal cual la hemos entendido hasta ahora? Ahorraríamos un montón de recursos materiales, personales y de quebraderos de cabeza, con un modelo parecido al del confinamiento. Sin embargo, ¿alguien dedicó tiempo a medir cómo quedaron nuestros alumnos en esas otras cosas que no se enseñan en los colegios, pero sí se educan? Hablo de cosas como la socialización, la convivencia, el intercambio de ideas, la amistad, el amor, la reflexión compartida, el acompañamiento personal y grupal, la educación emocional, la pertenencia al grupo, la complicidad… y tantas, y tantas, tantas cosas fundamentales para el crecimiento de las personas.

Total, que a mis plantas les entró aire fresco y luz y eso las hizo florecer, pero no contentas con florecer quisieron buscar contacto, relación, conexión… y la buscaron y la encontraron y florecieron aún más. ¿Qué es la educación? Eso mismo, la luz, el agua y el fresco son los mínimos necesarios, pero lo que se fragua y se gesta en una comunidad educativa va mucho más allá de mínimos. Y es que con mínimos las personas crecemos (a lo ancho, a lo largo y a lo alto), pero con máximos nos desarrollamos (a lo largo, a lo ancho, a lo alto, hacia adentro y hacia afuera). Don Miguel de Unamuno decía: “En vez de decir ¡adelante! o ¡arriba!, di ¡adentro! Reconcéntrate para irradiar, deja llenarte para que reboses luego, conservando el manantial. Recógete a ti mismo para mejor darte a los demás todo entero e indiviso. ‘Doy cuanto tengo’, dice el generoso. ‘Doy cuanto soy’, dice el héroe. ‘Me doy a mí mismo’, dice el santo; y di tú con él, y al darte: ‘Doy conmigo el universo entero’. Para ello tienes que hacerte universo, buscándolo dentro de ti. ¡Adentro!”. Pues eso, adentro y afuera, al yo y al nosotros, es a eso a lo que nos lleva la educación presencial. Nunca nada podrá sustituir esto. ¿Quién se atreve a medir los resultados y a elaborar estadísticas?

Dori Díaz Montejo

 

Psicóloga Educativa

Colegio Montpellier de Madrid

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