Bienvenida la Comunidad Económica Española

El continente europeo inicio poco después de concluir la II Guerra Mundial un ambicioso camino hacia la unidad, primero económica y finalmente política, uno de cuyas principales frutos es que desde entonces Europa está viviendo el más largo periodo sin guerras de su historia. Ya solamente con eso, el proyecto constituye un gran éxito.

Uno de los pasos iniciales, como resulta bien conocido, fue el nacimiento de la CEE, Comunidad Económica Europea, luego llamada UE, Unión Europea.

En virtud de ese proceso, Europa ha ido configurando poco a poco un mercado único, basado en el libre movimiento de capitales y de trabajadores, al que todavía quedan algunos pasos, como por ejemplo la unificación fiscal y el naciente nuevo sistema bancario único.

Así pues, Europa camina con decisión hacia el mercado único real. Y, por contraste, resulta que en España llevamos un montón de años en la dirección contraria: trabajando por la diversificación, la división, la compartimentación, mediante la puesta en marcha de diecisiete mercaditos, tantos como comunidades autónomas. ¡Vaya locura!

Los inconvenientes de una situación resultan tan palmarios que causa estupor que no se hubiera puesto en marcha antes esa Ley del Mercado Único que ahora acaba de anunciar el Gobierno, y que constituye una cura de sentido común.

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Nace, por lo visto, la nueva CEE, Comunidad Económica Española. Un intento, por cierto, que habría resultado políticamente impensable hace tan solo un par de años, y que ahora se puede abordar entre otras cosas por la difícil situación del país. Las amarguras de la crisis económica, y el deseo de minimizar sus graves consecuencias, han abierto las puertas a iniciativas como la Ley del Mercado Único.

Bienvenida sea, pues, la Comunidad Económica Española.

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