Cuidado con incendiar la calle

La izquierda política española se está convirtiendo en cómplice, si no por comisión en todos los casos, sí al menos por silencio y omisión, del peligroso experimento de los escraches, que amenaza con incendiar las calles de España.

Hay que recordar que esos movimientos tuvieron su origen en Argentina pero que allí los destinatarios de tales prácticas eran responsables, más o menos ocultos, de la dictadura militar. Que es una cuestión bastante distinta de los desahucios, creo yo.

Llevar la protesta a las casas de los políticos, en este caso con la increíble excusa de ‘informarles’ sobre los desahucios (por cierto, como si no estuvieran más que informados) constituye un abuso inadmisible.

Un viejo político de izquierdas, Felipe González, ha tenido la frescura de decirlo públicamente, cuando ayer invitó a “reflexionar seriamente” sobre los escraches, planteando “por qué un niño tiene que aguantar presión en la puerta de su casa”.

Además, el ex presidente del Gobierno reclamó que la movilización contra los desahucios no implique “violencia contra las personas”.

Vídeo del día

Detenida en Madrid una kamikaze borracha y
con un kilo de cocaína en el maletero

 

Desde mi punto de vista, lo peligroso de estas movidas es que se vaya imponiendo poco a poco la práctica de llevar a la calle la lucha partidista, incluyendo acosos verbales y físicos. Hasta ahora solamente está pisando el asfalto una parte del espectro ideológico, y no habría que excluir que el ‘ejemplo’ cunda en el otro lado. Lo cual sería una catástrofe.

Una de las muestras del progreso de un país es que la pelea política se libre en los ámbitos previstos, primero en las urnas y luego en las cámaras parlamentarias, en las corporaciones locales… Dar marcha atrás en esa conquista sería un despropósito un tanto irracional.

Es que, además, este país guarda amargos recuerdos, no muy lejanos, de cómo acabó el desborde de los límites y el triunfo de la política de la calle, como para que queramos correr ningún riesgo de volverlas a incendiar. Con algunas cosas, mejor no jugar.

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