Gallardón a la Comunidad y Esperanza a la Alcaldía

Alberto Ruiz Gallardón aceptó en 2003 el trasvase desde la Comunidad de Madrid, donde presidía con toda comodidad, al Ayuntamiento de la capital porque se lo pidió José María Aznar, entonces todavía presidente del Gobierno. Y Aznar lo planteó tras conocer que Zapatero había pensado en Trinidad Jiménez para encabezar las listas del PSOE e imaginar que, como consecuencia, había alguna posibilidad de que los socialistas se hicieran con la capital de España si repetía José María Álvarez del Manzano. Concluyó que Alberto era el mejor rival en esa coyuntura, le propuso la migración, y lo cierto es que el PP ha mantenido la Alcaldía hasta hoy.

Al mismo tiempo, Aznar se “inventó” una candidata a la Comunidad de Madrid, Esperanza Aguirre, sacándola del retiro en que sesteaba como presidenta del Senado. El movimiento salió igualmente bien, aunque en este caso a la segunda y tras un “Tamayazo” por medio y nueva convocatoria electoral para octubre de 2003, en la que sí consiguió esa mayoría absoluta no alcanzada en mayo.

Dos mandatos llevan una y otro al frente de las respectivas corporaciones, y el año próximo, 2011, tocan elecciones municipales y autonómicas. Aunque las encuestas siguen apuntando que la victoria del Partido Popular parece garantizada en ambas demarcaciones, algunos analistas del entorno de Génova han comenzado a manejar una hipótesis sorprendente: intercambiar los candidatos. Se trataría de volver a colocar a Alberto Ruiz Gallardón como cabeza de lista para la Comunidad y ubicar a Esperanza Aguirre en la del Ayuntamiento.

El movimiento, caso de que finalmente se acuerde y se produzca, no parece del todo irracional. Al contrario: incluso tendría algún sentido, teniendo en cuenta que, si existe algún peligro, ése afecta a la Comunidad de Madrid y no a la Alcaldía.

Uno de los argumentos de conveniencia manejados es que la figura de Ruiz Gallardón es percibida muy positivamente en el conjunto de la región madrileña, incluyendo municipios donde gana la izquierda, lo que le aportaría posiblemente un plus de votos desde esos ámbitos, que sumarían a los que ya tiene garantizados su colega Aguirre. En caso de resultado muy ajustado, pueden ser decisivos para mantener la mayoría absoluta. Mucho más cuando la presencia del partido de Rosa Díez, que “pesca” en caladeros del centro y centro-izquierda, puede poner en mayores aprietos la actual ventaja. En las europeas pasadas, UPyD recibió en Madrid 150.000 votos.

Al mismo tiempo, siguiendo con esa hipotética combinatoria, la personalidad de Esperanza Aguirre tendría quizá ventajas añadidas en Madrid capital, una ciudad que vota masivamente a la derecha y que por tanto vería en la candidata aún mayores opciones de ventaja. Y a la que ella no es ajena, ni mucho menos, porque fue teniente de alcalde en su ayuntamiento.

A todo esto hay que añadir los comentarios de que el alcalde, no obstante el evidente placer que le produce haber sentado sus reales en la mismísima Plaza de Cibeles, empieza a estar cansado del cargo y se siente incómodo ocupando el sillón en la Casa de la Villa. Entre otras cosas, porque hoy tiene las manos atadas a la hora de gastar. El exceso de deuda está asfixiando económicamente al Ayuntamiento, de forma que algunos de los grandes proyectos del alcalde, por ejemplo el famoso Eje del Prado, han tenido que verse aplazados para no se sabe cuándo. Así que a Ruiz Gallardón podría también causarle cierto alivio retornar al despacho de la Puerta del Sol.

En cualquier caso, a principios de semana ambos políticos visualizaron urbi et orbi dos mensajes: que, al menos por el momento, han enterrado el hacha de guerra; y que ambos a dúo se aprestan a luchar unidos por transportar a Mariano Rajoy hasta el Palacio de la Moncloa. Asistieron a un acto del Foro de Madrid, un invento por el PP regional, y se dejaron ver y fotografiar ampliamente. “Van a tratar de detenernos en Madrid”, reconoció Ruiz Gallardón, quien insistió en “la obligación de estar en alerta, unidos y ofrecer a los madrileños un anticipo del resurgir de España”. Y, hablando por los dos, concluyó con un vehemente mensaje dirigido al jefe de filas, a Rajoy: “No te vamos a fallar”.

Ese aparente armisticio entre los dos gallitos del PP madrileño fue puesto a prueba sólo dos días después, con la decisión de la Comisión de Derechos y Garantías de suspender de militancia durante un año al vicealcalde y número dos de Gallardón, Manuel Cobo, por sus ataques a la presidenta. Pues bien, salvo algún mínimo desliz, desde el bando de Esperanza Aguirre nadie ha aprovechado para subirse a la parra. Por lo visto, la pipa de la paz sigue encendida y humeando. Y más les vale.

 
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