Un Gobierno con corazón

Las medidas que ha ido tomando el Gobierno en tantos terrenos, que cabría resumir diciendo recortes, recortes y recortes, han penalizado de forma muy dura a la gran mayoría de los ciudadanos, que reciben sobre sus espaldas cargas cada vez más pesadas.

Desde luego, no es precisamente plato de buen gusto la tarea que tiene entre manos el Ejecutivo de Mariano Rajoy, sino todo lo contrario. Y es evidente que está pagando muy cara esa línea de gestión del país, en simpatías, pero sobre todo en intención de voto.

A ese respecto, habría que agradecer la disposición, el talante diría otro, de poner la salvación (económica) del país por encima de intereses de partido.

Al mismo tiempo, aparecen síntomas, ciertos, aunque todavía muy leves, de que algo se va consiguiendo, y de que la crisis se ha frenado, y hasta detenido. Sería una magnífica noticia.

Considero que una política de racionalización y reducción de gastos es imprescindible, tratándose de un país, como España, altamente endeudado y que ha rondado la intervención y aun la bancarrota. Los recortes, recortes y recortes han sido y son todavía ineludibles.

Dicho todo lo cual, sí creo que, en esa deriva política convendría introducir algunas dosis de sentido común, cuando no de simple humanidad, que sirvan de freno a una indiscriminada oleada de ciegos tijeretazos. No todo recorte es bueno por sí mismo. O más bien no todo recorte es conveniente, aunque parezca necesario.

Me quiero referir a un aspecto concreto: el copago (del diez por ciento) que se ha impuesto a colectivos de enfermos que, por la gravedad de su dolencia, necesitan adquirir las medicinas en los hospitales, único lugar donde los suministran. Se trata, como es conocido, de personas con tratamientos de cáncer, cardíacos, contra el VIH, crónicos graves…

En mi opinión, no habría que haber dado ese concreto paso, tratándose de esas concretas personas.

Aparte de que la medida aprobada pueda o no suponer un enorme ahorro, que creo que no, habría sido demandable tener en cuenta la situación de esos pacientes, para no agravar aún más los duros sufrimientos que ya padecen.

 

Los planteamientos generalistas y tecnocráticos corren el riesgo de adolecer de falta de sensibilidad y aun de sentimientos. Creo, en fin, que gobernar no es incompatible con tener un poco de corazón.

¿Qué dónde habría que poner en concreto el límite, a la hora del recorte? ¿Dónde situar la raya no traspasable? Confieso que no lo sé. No tengo una respuesta clara. Lo que sí sé es que algún límite tiene que existir.

editor@elconfidencialdigital.com

Twitter: @JoseApezarena

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