Zapatero, no hay piedad para el ‘pato cojo’

“Pas de pitié pour les canards boiteux”, dicen, con mucha razón, los franceses: no hay piedad para los ‘patos cojos’. Es lo que empieza ya a pasarle al presidente del Gobierno.

Prácticamente todos, en el Gobierno, en el partido socialista, en los medios informativos, dan como seguro que José Luis Rodríguez Zapatero no volverá a ser candidato. No volverá a encabezar las listas del PSOE en unas generales. Al menos, no en las de 2012.

Sálvese quien pueda

La gente se está posicionando. De diversas maneras, según la condición de cada uno. Algunos, otean el horizonte para adivinar quién será el sucesor, y a continuación ponerse a su sombra.

Otros, los que todavía lucran un cargo que salvar, tratan de minimizar el daño, luchando para que la debacle electoral que se anuncia no resulte tan dramática.

Así que, como consecuencia de su condición de ‘pato cojo’, Zapatero va a empezar a notar a su alrededor el desapego, la distancia y aun la traición.

Uno de los síntomas inmediatos será comprobar cómo los barones del partido intentan que no se acerque por sus territorios, precisamente para que no les asuste a la parroquia.

Porque en el PSOE se ha asentado la convicción de que el presidente es un terrible lastre electoral, que ahuyenta a los votantes. Y ha llegado el momento del “sálvese quien pueda”.

Perder el respeto

 

Notará también cómo ya no le hacen caso. Dentro del Gobierno, pero sobre todo en el partido y en los distintos territorios, sus deseos dejarán de ser atendidos. Su voz no se escuchará.

Y le van a empezar a perder el respeto. Ya ha comenzado. Se nota en el desparpajo con que unos y otros echan a hablar de sucesión y sucesores, cuando él ni siquiera ha confirmado que se marcha. Se disputan la herencia cuando todavía está moribundo en el lecho.

Hablan todos. Desde el extremeño Fernández Vara, que hace bromas sobre los tres nombres que se le ocurren (Alfredo, Pérez y Rubalcaba); hasta Elena Valenciano, que declara que su candidato “por ahora” es Zapatero y “mientras no me digan otra cosa”; o Felipe González, que proclama que “no es tan grave” dejar un cargo y apunta que no le preocupa, o al menos no demasiado, que gane la derecha.

Un amargo final

Escribí hace tiempo que el final de Zapatero iba a ser muy amargo. Y creo que voy a tener razón.

Primero, porque, mientras ha tenido poder, ha ejercido el mando total, con una contundencia como nunca se había conocido en el PSOE.

Amparado en una victoria electoral en la que nadie creía, la de 2004, y reforzado por haberla revalidado en 2008, en estos siete años el líder ha hecho y deshecho a su capricho, en el Gobierno y en el partido, sin consultar nada porque nadie se atrevía a chistar.

Y así, en el PSOE se han vivido dos legislaturas de plomo, de absoluta opacidad, de falta total de debate interno, y de disciplina férrea como nunca antes se había conocido.

Ese liderazgo en solitario, el mandar por libre, los silencios que han tenido que guardar algunos gallitos, todo eso lo va a pagar. Lo va a pagar a partir ahora, cuando se inicia el proceso de su salida.

Y también escribí que la despedida será amarga porque Zapatero ha sido un secretario general que no se ha ganado el cariño. No es que no sea ‘querido’ por los ciudadanos, que no lo es, sino que, peor aún, no le quieren en su partido.

Ha sido un secretario general frío, insondable, aislado, sin amigos y casi sin equipo.

Resulta bien conocido que el momento más duro para un presidente norteamericano son los meses finales de su segundo mandato, porque ya no puede volver a ser candidato y por tanto es seguro que se va de la Casa Blanca. Para esa época se ha consagrado el apelativo de ‘pato cojo’. Y es lo que le empieza a pasar a Zapatero.

El último servicio

La agónica situación de Zapatero puede, sin embargo, presentar un aspecto positivo.

Dado que no va a ser candidato, y por tanto él, como persona y como político, ya no necesita cuidarse ni proteger la imagen, sería el momento de que se inmolara.

Quiero decir que tiene la oportunidad de prestar un gran servicio a este país. Se trataría de que reuniera las agallas necesarias para adoptar esas medidas económicas duras y exigentes que España necesita para salir de la crisis, y que tanto miedo le han dado hasta ahora.

Haría un gran favor a todos.

También al siguiente Gobierno, tanto si es del PP como si es del PSOE, porque, cuando llegue al poder, esas decisiones ingratas estarán ya en tomadas y, mejor aún, actuando.

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