A Carme Chacón le conviene esperar

Es clara la necesidad de una catarsis en la izquierda española y europea. Por el bien de todos, pues las medidas que se han de acometer son de tan hondo calado que es precisa una generosidad política que, por desgracia, aparece ajena a sus dirigentes actuales. También es verdad que faltan forjadores de consenso en todas partes y más espíritu de servicio en la cosa pública.

Y he aquí que salta la “liebre catalana” o “la niña de Zapatero”, la Sra. Carme Chacón, pero que, ¡ay!, estaba dispuesta a defender con vehemencia una cosa y la contraria, siempre que viniera de su jefe autonómico, Sr. Montilla, o de su jefe nacional, el presidente del gobierno.

Pocos sabían de la cardiopatía congénita de la Sra. Carme Chacón, que lleva con admirable entereza y naturalidad. Muchos ignoran su gusto por la poesía y su predilección por Pedro Salinas. Incluso nadie intuye que vaya a cumplir el mes próximo cuarenta años ya.

Pero creo que tampoco prácticamente nadie tiene noticia de su ausencia activa, el pasado mes de abril, de la beatificación, en Barcelona, del sacerdote capuchino Josep Tous i Soler, referencia para muchísimos catalanes, fundador de su barcelonés colegio de toda la vida.

Queda lejos el año 2008, cuando The Wall Street Journal valoraba a Carme Chacón como una de las mujeres más influyentes en Europa. Y demasiado cerca las indiscreciones que salen de algunas embajadas, tildándola de inexperta e inmadura; o sus flagrantes generalidades sobre cualquier tema, que acaba con su runrún voluntarista de que es preciso “empujar en la buena dirección”???

E incluso afirmaciones que rozan lo kafkiano en quien ostenta la cartera de defensa de un Estado, como: “soy pacifista y el ejército también es pacifista”.

No puede ser que se felicite a quien este martes no fue capaz de hacer algo de autocrítica –su partido en Catalunya es una verdadera olla de grillos-, ni de reconocer lo poco idónea que es la persona del Sr. Rodríguez Zapatero para pretender todavía llevar las riendas de un país que ya se desangra en inversiones, consumo, confianza, competitividad y empleo.

No la culpe nadie del anarquismo de su abuelo Paco Piqueras -sólo faltaría eso-, o de su tiempo de piso compartido con Leire Pajín y alguna socialista más. Ni tampoco aquella ¿sumisión? reiterada a los dictados de Montilla y Zapatero, cuando los dos planteaban soluciones completamente diferentes a los problemas.

La aprecio de veras, señora ministra, y menos mal que siempre nos quedará Pedro Salinas. Por eso, -¡tomemos nota todos!-, a salir de usted misma, a vivir en los pronombres, pero de verdad. Sin olvidar los nombres, especialmente de los casi 5 millones de personas que necesitan algo más que una sustituta de la decadencia. No se deje liar, estimada señora ministra, para defender a quien sabe usted que no dice toda la verdad. Insisto, no sea usted la sustituta de la decadencia. Ni nuestro querido barrio de Sants, ni todo el país, ni usted misma, se merecen eso.

 
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