Crisis de razón y de fortaleza

Acaba un intenso curso, es ahora tiempo de recapitular y de evaluaciones. Se me ocurre proponerles, muy en breve, dos temas a su consideración. Por una lado la necesidad de ejercitar la razón para tomar decisiones, que sumen también para los demás. Y, por otro, la de sobreponerse a la manifiesta “flojera” generalizada, cuando no existe un fuerte estímulo-interés material.

Decía Julián Marías que mientras la razón impera, los extremismos tienen poco que hacer. Pues ahora es buen momento para revisar qué es lo que precisamos hacer, qué podría no ser una buena idea para nuestra felicidad y para la de los demás.

Si nos centramos en la vida social, a estas alturas ya sabemos todos que vivir en democracia es mucho más que un procedimiento, el principio de las mayorías, el sistema menos malo para conseguir que estén protegidos determinados bienes, valores y derechos fundamentales. Pero en esto hay también algo de vital importancia, que no podemos olvidar: la necesidad de justicia y de poder distinguir entre lo público y lo privado.

Por ejemplo, necesitamos desterrar escepticismos y relativismos trasnochados pues no son condición de la democracia. Necesitamos ver en las diversas culturas unas formas diferentes de enfrentarse al misterio y al significado de la existencia personal de cada uno.

Por lo que respecta a la necesaria fortaleza, creo que todos precisamos superar esos paternalismos y sobreprotecciones que en tantos momentos nos bloquean en nuestro desarrollo personal y social. Reconozcamos que la mayor aventura es haber nacido. Interioricemos los retos con espíritu deportivo y luchador. Incluso aprovechemos las propias limitaciones para enfrentarnos a lo que no nos gusta o no esperamos.

En educación, sin ir más lejos, toca intentar encontrar ya el justo punto de las cosas. Fomentar el interés pero no a costa de abandonar los conocimientos fundamentales de manera organizada. Sabemos que en esta vida a veces habrá que hacer cosas que en un principio no eran de nuestro “interés”. Pues, importa mucho educar los comportamientos adecuados, por encima de intereses inmediatos. Vigilemos para que un exceso de tecnología no nos impida pensar de una forma más profunda. Aquí, padres y profesores, y la sociedad entera, tenemos una gran tarea por delante.

Otra idea: Nos ha de preocupar a todos la pobreza, pero también el grave problema del hedonismo esclavizador que tantos cadáveres ha dejado y está dejando en nuestras calles y plazas. Asistimos a una sistemática tergiversación de la realidad, impuesta por un relativismo y consumismo galopantes. Como dice un amigo, hay gente que quiere tener los placeres de los conquistadores pero sin los esfuerzos de los soldados.

Para acabar, y como nexo de este superar las crisis ejercitando la razón y actuando con fortaleza, vale la pena que seamos conscientes de la bueno que es poder asombrarnos, emocionarnos... Desde admirar la tierna pequeñez de un recién nacido, o la solemne poquedad de un anciano; hasta disfrutar del deporte preferido o de una conversación enamorada.

¡Que en eso estemos todos!

 
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