Iñaki Urdangarín a los pies de los caballos

Como está en la conversación de todos, y prioritaria, no me parece justo dejar de tomar postura sobre cómo se está dejando al Duque de Palma a los pies de los caballos.

Primero unos datos previos:

Las elecciones del 15 de junio de 1977 en España pueden considerarse las verdaderas elecciones fundacionales de nuestro sistema democrático. Además, se promulga la Constitución de 1978, que tal vez tenga como virtud principal que, a diferencia de otras constituciones españolas (incluida la de 1931, que no fue sometida a referéndum), casi nadie la percibió como una imposición.

Y es entonces cuando se proclama la monarquía parlamentaria como la forma política del Estado español, una vez rechazada en la Comisión Constitucional del Congreso, por 13 votos a favor, 23 en contra y una abstención, la enmienda republicana presentada por el PSOE en mayo de 1978. Así pues, si bien la monarquía no fue sometida a una consulta popular monográfica -como tampoco lo había sido la fórmula republicana en 1931- el papel del Rey en la transición permitió su convalidación mediante voto parlamentario.

Dicho esto, por supuesto que han de cumplir la ley los miembros de la Familia Real, pero las condenas y penas de telediario-twitter-blogs no pueden ser la norma para tomar criterio unidireccional sobre lo que acontece en nuestro país, ni para formar tribunales mediáticos para desgarro de vestiduras de propios y extraños. Quien la haga que la pague, pero no más de la cuenta, ni antes de la cuenta. Eso sirve para todos. ¿O tendremos que hacer una lista de gentes aprovechadas-encausadas cuya escandalosa impunidad avergüenza a todos?

Pretender defenestrar instituciones por los errores que sus miembros puedan cometer es tan absurdo como pensar que un determinado sistema político ya hace buenas a las personas. Y si alguien piensa que la institución monárquica en España es una rémora, es una opinión pero que se documente por favor. Otra cosa en la que sí estaremos todos de acuerdo es que se deben establecer más claramente los márgenes de actuación, que deben ser muy concretos y que faciliten la ejemplaridad.

No es ningún signo de sensatez ni de pasión por la justicia el erigirnos todos y continuamente en jueces crueles y con prejuicios. Ante la urgente necesidad de reconstrucción de un país que está tiritando, personal y socialmente, parado en la esquina de las calles de Europa, con inercias de conformismo y poltronería oficial, estamos más bien en tiempos de arremangarnos en nuestras respectivas responsabilidades, con pasión por ir unidos, para aprovechar todas las energías.

 
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