Juventud y paz: no seamos rosas sin porqué

Tu odio nunca es mejor que tu paz, recordatorio para tanta gente desencajada de la vida y por la vida. Y se nos vienen a la cabeza los diferentes tipos de violencia que saltan a nuestros ojos. ¿Tal vez todo sea fruto de liviandades de políticos, de medios de comunicación, de padres y educadores? ¿Estamos ayudando de verdad a que pequeños y mayores tengamos más asequible buscar y comprender la identidad, el sentido y el fin de la persona?

Apunto ya una idea clave, pues todo el mundo sabe que un país que no mejora las políticas que revaloricen la familia, que no eduque en libertad responsable, acaba teniendo familias débiles y con ello los vínculos de pertenencia que enraízan a hombres y mujeres quedan maltrechos.

Otro asunto que deberemos analizar también, y actuar en consecuencia, es que nuestras democracias ponen demasiadas veces entre paréntesis su imprescindible fundamento personalista, rechazando incluso la ética política y la moral que están en su base. Por el contrario, acentúan lo procedimental y lo formal, con lo cual se precisa rectificación urgente para que ni nosotros ni nuestros jóvenes seamos rosas sin porqué.

¿Democracia o mera convención? He aquí el dilema. ¿Autoridad serena del Estado de derecho o aspavientos hipócritas y victimistas? ¿En qué quedamos? Y, ojo, en la base de la auténtica práctica política está la búsqueda del bien común, partiendo de la realidad. Pero, cuando no es aquél el que se busca, también la política es violencia y sometimiento.

Si pensamos en los jóvenes y nos ponemos en su lugar, veremos que en muchos casos realmente están angustiados por un futuro cargado de dificultades y amenazas, que les pilla desorientados y sin el arraigo familiar y valores suficientes. Entonces, en unos aparecen reacciones agresivas, y a otros les da por el pasotismo, aprovechado todo ello por grupos minoritarios para manipular y llenar de rencores el clima social de un país.

A ver si nos enteramos de que las personas necesitamos para un adecuado desarrollo la relación-cooperación con los demás, la confianza, con unas líneas rojas bien definidas, por supuesto, pero no sólo de derecho positivo. Ya lo decía el gran filósofo que fue, de izquierdas por más señas, José Luis López Aranguren: “Ser moral es ser humano. El inmoral es inhumano”. Y en este punto, la amistad es un ejemplo muy gráfico, una motivación muy eficaz para superar tanto egoísmo y tanto drama. A los rebosantes de juventud también les hemos de insistir en que es posible una esperanza de bien y una aspiración de paz, pero hay que trabajársela.

Por otra parte, considero que en el trato mutuo como miembros de la familia humana se puede descubrir la riqueza que significa la diversidad cultural e histórica. Es verdad que observamos a diario pobreza e incultura, que exigen enérgicas medidas sociales y políticas inspiradas en la solidaridad y el respeto efectivo de los derechos de las personas y de los grupos humanos que viven en la marginación.

Por eso, más que nunca, es imprescindible una adecuada política fiscal y laboral, unida a una justa y austera utilización del dinero público, y un movimiento de inversiones privadas y públicas de inspiración solidaria. Algunos dirán que los políticos no hacen mucho. Pero, ¿quién hace mucho? Si no nos gusta la política también es culpa nuestra. La democracia es participativa por definición, y no sólo se ha de intervenir en las elecciones, que por cierto es crucial que en nuestro país puedan ser en septiembre, mejor que en octubre o noviembre. Es necesaria y urgente la participación responsable y democrática de los ciudadanos en las grandes decisiones sociales y políticas.

En fin, la paz es necesaria, la paz es posible. Empecemos por construirla cada uno, en nosotros y a nuestro alrededor. Será “el gran porqué de la rosa”. Y conviene saber más de ella, por ejemplo con la lectura de la reciente carta de Benedicto XVI con motivo del Día de la Paz (http://www.vatican.va/holy_father/benedict_xvi/messages/peace/documents/hf_ben-xvi_mes_20101208_xliv-world-day-peace_sp.html)

 

Por cierto, en la inminente Jornada Mundial de la Juventud, en Madrid,  seguro que a todos, creyentes y no creyentes, grandes y chicos, nos propondrá grandes retos en ese sentido. Valdrá la pena estar muy atentos y afrontarlos, todos con espíritu joven.

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