Mass media, educación sexual y “pactos”

Hace unos días, me decía un amigo que aprender cómo se eligen los alimentos sólo según el criterio del gusto personal lleva a serios problemas de salud. De forma parecida, comentábamos, aprender la sexualidad sólo en su dimensión lúdica o placentera, sin un horizonte de amor responsable, lleva al aumento de divorcios, al uso de anticonceptivos, a la esterilización, al aborto, al aumento de enfermedades de transmisión sexual, a la infidelidad, a la prostitución… O sea, a un grave perjuicio para la vida personal y para toda la sociedad.

Pues sí, es evidente la necesidad de una mejor educación sexual y afectiva. Pero no nos engañemos, horas de información no significa educación integral. Confundir la información con el conocimiento, tomar los medios por los fines, creer que es cualitativo lo que no pasa de ser cuantitativo, es un craso error. Urge tener, cercanos, buenos modelos de conducta para los jóvenes. Urge huir de la frivolidad al hablar de las relaciones sexuales.

Por eso, nos sobran series de televisión como 'El Pacto', estrenada hace unas semanas en Telecinco, donde se trivializa de una manera descarada algo tan importante como la maternidad. La adolescencia es un periodo de turbulencias, con cambios físicos y psíquicos, que provoca grandes desconciertos en los adolescentes y en sus padres, y los medios de comunicación han de ser más responsables cuando traten de ello.

Las cadenas de televisión han de ser conscientes del obstáculo formativo que pueden representar, del impacto negativo que ciertos contenidos provocan en determinados sectores de la audiencia. No olvidemos que la televisión no es sólo un medio de comunicación que ofrece noticias y entretenimiento, sino que refleja modelos de conducta que la audiencia observa, aprende y que puede llevar a la práctica.

Se como sea, hemos de hacer capaces a nuestros niños y jóvenes -y a nosotros mismos- de buscar la verdad y quererla. Y hay una muy clarita:       La unidad existente –íntima relación- entre sexo y amor, entre lo psíquico y lo fisiológico, entre cuerpo y espíritu.

La sexualidad se hace personal y verdaderamente humana cuando está integrada en la relación de persona a persona, en el don mutuo. El libertinaje sexual no es salud sexual, es pura ideología, no ciencia. Y cuando el libertinaje sexual pasa a primer plano, la salud sexual se resquebraja.

Pues ¡ea!, ya somos mayorcitos para que nos dejemos machacar por los gobiernos de turno, directa o indirectamente, intentándonos imponer su ideología partidista. Ahí tenemos, por ejemplo, lo que ocurre con la asignatura de Educación para la Ciudadanía: No olvidemos que es un proyecto moral, no intelectual, en el que se trata de moldear la conciencia moral de los alumnos sin el consentimiento de sus padres. Es más, pretenden que el alumno vuelva a construir su sistema de valores, ajeno al que ha recibido en su familia.

Pero ¡no!, cada vez más gente tiene claro, por fin, que el Estado no debe tener primacía sobre los padres en cuanto a la formación moral de los hijos. Que nadie olvide que los padres de familia tenemos el derecho y la obligación de esforzarnos en educar a los hijos en las virtudes más importantes. También en la sexualidad, con todas sus bellezas y su apertura al amor y a la vida.

Precisamente, el próximo mes de febrero va a ser importante para conseguir acuerdos en nuestro sistema educativo, en fondo y forma, y con la imprescindible continuidad en el tiempo e implicación de las familias. ¡Sería estupendo!, pero que sea para servir a los fundamentos de la vida humana, a su sed de respuestas sobre el hombre, su sentido, su destino… Si no, sólo será un escaparate para deslumbrar en busca de votos.

 

Sinceramente, considero que no habrá un pacto educativo que valga si no se respeta el derecho fundamental de las madres y padres de familia a escoger el modelo educativo que deseen para sus hijos, en igualdad de oportunidades. Y por supuesto, se habrán de retirar –en EpC y en las campañas públicas sobre sexualidad y afectividad- los modelos ideológicos y los contenidos específicos que no respeten la pluralidad y los derechos fundamentals de los padres para educar a sus hijos de acuerdo con sus convicciones.

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