Ponerse las botas, deportivamente hablando

Mi amigo Alfonso me ha vuelto a dar una alegría, pues reflexionaba en voz alta sobre todo lo que significa “ponerse las botas”. Pero no, no en el sentido de tomar abundantes y opíparas comidas. Y sí sobre lo que significa colocarse un calzado deportivo para la ocasión, ya sea para hacer paddle, tenis, footing o largas excursiones.

En su caso, me comentaba que, en los meses de verano, los que durante el año llevamos una vida demasiado sedentaria notamos en el simple hecho de “ponernos las botas”, deportivamente hablando, una cierta dificultad, que por ello conlleva un mérito añadido. Ya no sólo por si la falta de flexibilidad propia pudiera ser un problema para atarlas bien, a veces con numerosas líneas de cordoneras para enlazar, sino porque es el momento determinante de quien se ha decidido a hacer ejercicio físico, que como es de todos sabido no es la afición principal de los españoles.

Con buen humor, mi amigo Alfonso me dice que es una de las terribles ocasiones en las que nota su “ligero sobrepeso”. (Eso que a casi todos, por lo menos a partir de los cuarenta, nos vienen diciendo en las revisiones médicas). Me dice él que es como cuando sube muchas escaleras o hace algún partidito de fútbol con sus hijos.

Sea como sea, me hizo pensar en las motivaciones diversas que tenemos hombres y mujeres para mantener una buena condición física, algo tan saludable y necesario para cualquiera. Hemos de estar en forma, los demás nos necesitan fuertes pues hay mucha tarea por hacer. No todo es estar “guapos” por fuera.

Viene al caso recordar que la primavera y el verano son épocas propicias para iniciar en jóvenes y adultos una actividad deportiva al aire libre. Es la manera de que los niños aprendan también a amar y disfrutar de la naturaleza. Así, entendemos lo muy eficaz que es para la formación de nuestros jóvenes la actividad física y deportiva. A toda edad, la máxima “mens sana in corpore sano” es muy aplicable.

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También resulta atractivo ver la infinidad de temas de interés a los que está potencialmente abierto todo ser humano: a unos les gusta determinado deporte que otros detestan o les deja fríos, otros se interesan por la música clásica, otros por el rugby o el ciclismo, o simplemente ver carreras de coches o fútbol, o su pasión es la lectura o el cine.

En todo caso, es justo recordar que la mejora de cada persona va acompañada de un crecimiento-finalización del mundo: pasa de ser algo salvaje e indeterminado a ser civilización, orden, alguien con sentido y futuro. El hombre finaliza, es decir, lleva a la perfección. Por eso, en la medida en que cuenta con esta posibilidad también el hombre puede desgraciar el mundo (problemas de injusticia, ecológicos, morales…). Ambas cosas son señal clara de que en el ser humano hay una trascendencia del mundo, está más allá del límite de las realidades físicas, y por eso las perfecciona o las estropea.

Todo esto también me llevó a valorar más especialmente todavía a quienes insisten en que nos coloquemos a menudo el calzado deportivo, con ganas y sin ganas, ya sea para subir montes, pasear caminos, pueblos y ciudades, chutar o botar balones, o devolver bolas en cualquier terreno, con o sin red.

Ese buen acompañamiento y motivación en las aficiones, ese vencimiento ante lo conveniente -aunque se nos haga un poco cuesta arriba-, es también preparación para el estudio, el trabajo y las responsabilidades que cada uno vaya a tener durante el próximo curso. Incluso será entrenamiento para el trabajo de equipo, mejor conocimiento personal, aumento de las capacidades asertivas y de la proactividad, tan necesario todo en cualquier profesión.

Sí, pienso que vale la pena no “colgar las botas”, calzárselas bien, incluso durante todo el año. Y, dada la fantástica gastronomía que se puede descubrir en cualquier rincón de España, tampoco despreciemos una buena comida. ¡Seguro que nos la habremos ganado!