Pura generosidad: J. Soler Serrano y J. A. Labordeta

Mi amigo Juan gusta de darme buenas noticias, le encanta ver la parte buena de lo que nos ocurre a diario. Esta vez se encandiló Juan con su hija pequeña, pues vio que “tomó nota” de un buen ejemplo, de otra chica adolescente con la que coincidió en el tren de cercanías. El caso es que Clara, digamos que así se llama la pequeña, regresaba con sus dos hermanos mayores en el tren. Y, jugando, jugando, pierde la carterita dónde llevaba la tarjeta personal de transporte, pagada para ¡todo el trimestre!

Al llegar a casa ¡que desconsuelo para Clara! Pero reciben una llamada de una jovencita desconocida que encontró ese billetero infantil tan valioso para la familia y para la niña. Clara llevaba guardada una tarjeta de visita que sus previsores padres le dieron. En fin, a la mañana siguiente, la joven le entrega lo extraviado a la pequeña niña, pero al no querer aquella ninguna gratificación económica Clara le corresponde con un precioso dibujo.

No se le olvidará nunca a la pequeña Clara este sucedido, este buen ejemplo de una chica joven que ni era de su colegio, ni conocía de nada. Pues, salvando las distancias, se me ocurre que muy agradecidos estamos todos a Joaquín Soler Serrano, el periodista-entrevistador por antonomasia. Al artista de la radio en estado puro, de la pregunta y de la conversación inteligente. ¿Quién no recuerda sus entrevistas televisadas en “A fondo”? Valdría la pena revisitarlas. Y oír y ver al Josep Pla más auténtico, a la Carmen Martín Gaite más dicharachera, al Jorge Luis Borges más sincero, al Salvador Dalí más profundo, a la Mercè Rodoreda más próxima… ¡Qué gozada ver a Joaquín Soler Serrano, mago y artista de la comunicación, que saca las mejores esencias, como alquimista de la palabra y de la mirada, de tan grandes materias primas, de tan grandes genios de la cultura que se hacen transparentes en su vida y en su obra de la mano del periodista de la filigrana!

Y también, de igual manera que nos conmueve el detalle generoso de la jovencilla de nuestra historia, ¡qué herencia de sentimientos y voz recia, de orgullo y rebelde nobleza, nos deja el gran José Antonio Labordeta. ¿¡Quién no habrá cantado “Aragón”, aunque no sea aragonés!? ¿¡Quién no se estremece cada vez con el “Canto a la libertad”!? «Habrá un día en que todos al levantar la vista veremos una tierra que ponga libertad». Poeta de la topografía de un pueblo luchador, siempre cerca del mundo rural, comprometido hasta las cachas con la democracia cuando no era esa precisamente la moda.

Regalos sin fin de Joaquín Soler Serrano: “Todos los que me conocen saben bien que siempre he vivido según los principios de honradez que me inculcaron mis padres. Mi éxito no tiene secretos, consiste en que mientras otros compañeros se limitaban a cumplir su horario cómodamente sentados, yo necesitaba renovarme”. Y vean, vean las entrevistas de “A fondo”.

Regalos imperecederos de José Antonio Labordeta, acompasados por su guitarra: “«Polvo, niebla, viento y sol, donde hay agua una huerta. Al norte los Pirineos, esta tierra es Aragón». O sus versos de recién llegado a Teruel, con ojos de mirar asombrados, que dejó imborrables a sus treinta tiernos años en el libro “Las sonatas”: “Albarracín, / quilla de piedra, / rojo penacho de cuestas y de arcadas, / sobre ti duerme el tiempo, / sólo pervive el agua”.

¿Con ellos se va la palabra? ¡No! Ellos nos dejan tan gran ejemplo que multitud de jóvenes y menos jóvenes van a tomar el relevo del trabajo bien hecho, de la generosidad sin intereses, de servir honradamente desde su profesión, sin prejuicios ideológicos.

Sí, nos queda la palabra, como la de esa jovencita adolescente. Y como la de ustedes y la mía también. ¿Vale?

 
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