Tarimas para alumnos

Profesores diversos, de diferentes niveles de enseñanza y de muy variados centros educativos, públicos y privados, ya hace años que comentan su inquietud y pesar al ver, promoción tras promoción, las carencias que en responsabilidad, disciplina o respeto muestran muchos de sus alumnos. No son casos aislados de chicos o chicas protervos. Es más bien la presión de un ambiente de individualismo y superficialidad que se abate sobre nuestros jóvenes.

Descendiendo a lo más próximo a nosotros, en lugar y tiempo, ayer tarde hablaba en el Congreso el portavoz popular de educación, Sr. Juan Antonio Gómez Trinidad, sobre lo necesario de tener un buen clima escolar para conseguir una educación de calidad. Y esto con proposición no de ley incluida, ¡que ha sido rechazada!

En mi opinión, no reconocer lo inaplazable de revisar derechos y deberes de los alumnos, con la idea de adaptarlos a las necesidades actuales –de eso iba la propuesta del Sr. Gómez Trinidad- es huir de la realidad, y hacerle un flaco favor a padres, profesores y a los mismos alumnos.

Muy posiblemente, esa iniciativa, que se debatió ayer en sede parlamentaria, vuelva a pasar desapercibida para los medios de comunicación, como otras dos anteriores: la de considerar a los profesores como autoridad pública y la de establecer una evaluación general a todos los alumnos al final de cada etapa educativa. Es una verdadera lástima, pues junto a esa omisión aparecerán a renglón seguido, tal vez en portada, quejas sin cuento sobre sucesos de violencia juvenil, fracaso educativo,  crisis de valores… Aunque también deberá quedar claro en nuestro país quién es capaz de hablar de los problemas con valentía, con sinceridad y sin complejos.

A nadie se le oculta que desde hace tiempo se debate en los centros educativos, y en la sociedad en general, sobre los cambios surgidos en las aulas. Son evidentes los cambios en las formas, en las relaciones, en lo que entendemos por educar… Todos buscamos entornos menos autoritarios y de más libertad en escuelas e institutos. Por supuesto, pero no olvidemos que el ambiente de algunos colegios e institutos se acerca demasiado a la violencia física, ideológica, de dependencia de un grupo…

Es aquí donde el buen criterio y una más amplia farmacopea en manos de directores y profesores se hacen imprescindibles. A ver si somos conscientes de que la autoridad del profesor es pieza clave en la educación. Incluso, su protección jurídica ante las agresiones o ante cualquier momento de violencia en las aulas ha de ser un principio básico en un Estado de Derecho que se precie.

Por otra parte, estaremos de acuerdo en que la primera y básica responsabilidad de un estudiante es desarrollar, promover y reforzar su propia capacidad de obrar de forma libre y responsable. Esto nos lleva a recordar lo atrasadas e ineficaces que son las fórmulas educativas que lo basan todo en la homogeneización, tanto de alumnos como de profesores.

Es el momento de reconocer más y mejor el trabajo de los buenos profesores, de los buenos centros, de los buenos alumnos. Éstos, por cierto, y sin excepción, tienen la obligación especialísima de aprovechar al máximo los medios educativos que, con el esfuerzo de todos, ponemos a su alcance.

Así, es claro que toda la vida académica de chicos y chicas, en lo que tiene de actividad razonable y libre, se fundamenta y confirma día a día en el ejercicio de su responsabilidad. Y los adultos, padres y educadores, la sociedad entera, hemos de ir por delante, intentando dar ejemplo.

 
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