Ante la crisis, cómo recuperar la confianza

El domingo pasado, mi amigo Txomin, mientras paseábamos con las respectivas familias por el centro de la ciudad, rebosante de turistas, me confió su reflexión: Estos políticos que nos gobiernan, se nota que no han leído el libro de liderazgo “Factor confianza”, de Stephen R. Covey. Ante mi gesto de sorpresa, asegura él que ni muestran integridad, ni tienen claras intenciones de servicio al bien común, ni capacidad, ni consiguen resultados, puntos básicos de esa obra.

Asiento conforme, pues la confianza se ha convertido en la competencia clave de la nueva economía global. Urge inspirar una confianza duradera en las relaciones personales y profesionales, será básico para alcanzar una prosperidad sostenible en todas las facetas de la vida. En cualquier terreno, desde los negocios, la política, la familia, la educación… Necesitamos la confianza para mejorar, hemos de transmitir confianza.

Y sale la pregunta del millón: ¿Cómo algunos políticos –de todos los colores- van a ser eficaces servidores de los ciudadanos si en realidad no saben lo que es el hombre? Y la reflexión se renueva bulliciosa, mezclada con las risas y carreras de los niños que piden ir a jugar un rato al parque.

-Al ciudadano se le pueden exigir sacrificios, pero no el sacrificio de su humanidad, evitando que sean responsables, ideologizándolos o tratándolos como a bebés a quienes todos se les da bien triturado. Cada persona ha de tomar sus propias decisiones, lejos de manipulaciones informativas o presiones de cualquier tipo. Si no hay reciprocidad entre gobernantes y gobernados ¿cómo puede haber confianza y cohesión social? 

Necesitamos un equipo que nos gobierne, pero de gente de categoría y entregados, me contesta Txomin. Y me desgrana cualidades: Ser doctos en humanidad –para eso no basta tener muchas titulaciones-, con motivación, con entusiasmo, innovadores, con capacidad resolutiva, con experiencia para sumar experiencia…

No me quiero quedar atrás y le presento la idea de que liderar es encontrarse, conversar sin prejuicios ni temores, construir confianza, comprensión y oportunidades. Y siempre, junto a la creatividad necesaria, la capacidad de recomenzar una y otra vez, con buen ánimo, como el mejor deportista.

Estamos solucionando el mundo, me dice con retranca. Y le contesto retomando su idea inicial: El factor confianza es básico para una eficacia política e institucional a medio y largo plazo.

Txomin está inspirado, se fija en el grupito de niñas y niños que juegan con nuestros hijos en toboganes, columpios y jardines, y dice: ¿Sabes qué? Pienso que la alegría no es proporcional al poder adquisitivo que uno tiene. El verdadero desarrollo humano implica enriquecer las posibilidades de reacción ante lo que el universo entero nos ofrece: la belleza física y espiritual, la música, la poesía, la pintura, las maravillas de otros hombres y mujeres, ver la verdad que nos atrae a su contemplación... Hemos de desarrollar nuestra capacidad de asombro, en eso consiste una buena educación.

No puedo estar más de acuerdo, por lo que varío la perspectiva: -Mira, Txomin, lo que importa también es hablar, y a fondo, sobre el valor de la persona. Las cosas materiales han venido a ser demasiado grandes para poder ser manejadas por el hombre. Todo lo que hacemos tiene tantísimas repercusiones que ni siquiera un presidente de gobierno, o del FMI, sabe las verdaderas consecuencias.

 

Y sigo: En tiempos de crisis el respeto es más necesario aún para el orden social que en tiempos de bonanza. Hay que superar tanta insensibilidad deshumanizadora, querer elegir lo mejor, aunque comprometa más, y alejar la comodidad del “que me lo den todo hecho”.

Por fin, ante su comentario sobre informativos descaradamente sesgados en televisión, le digo que por lo que se refiere a la confianza en los mass media, eso sería largo y habría que descender a detalles, pero no olvidemos que restaurar esa confianza es clave en una democracia. Es lo que publican los medios lo que los ciudadanos hacen motivo de juicio para trasladar sus demandas al sistema político. Pero hay tantas veces que se mira para otro lado, que en ocasiones incluso se asciende al incompetente, sectario o fullero.

¡Ay, ay, que se va a caer Lourdes del columpio! –Me interrumpe.

-Deja, deja, no olvidemos que la personalidad crece con la responsabilidad.

-¡Pues vaya padre estás hecho! Bueno, a ver si nos hacen caso y es posible recuperar en nuestro país un buen clima de confianza.

-Sí, pero, para eso, todos hemos de tener claro que existe cierto derecho a “desobedecer” al político irresponsable. Incluso nos conviene recordar a cualquier autoridad central, autonómica o local, aquello de Von Karajan: “El arte de dirigir consiste en saber cuando hay que abandonar la batuta para no molestar a la orquesta”.

Bien, bien, me dice, y los que desafinen que ensayen en su casita, ¿vale?

-¡Vale!, le contesto. Y me voy a levantar a Lourdes, a la que se le caen unos lagrimones pues, efectivamente, se ha caído del columpio más grande.

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