No está el horno para bollos

“Desde la jugada más defensiva hay que sacar un ataque”: creo que oí esta frase en un partido de básquet, aunque serviría para cualquier deporte de equipo. Pues esa es mi opinión sobre lo que debería hacerse en momentos de agobio económico y de asfixia ciudadana. Las autoridades de nuestro país no pueden quedarse aconejadas en un rincón, esperando que amaine. Urge proyectar ya la recuperación, no sólo a corto plazo, y afrontar el desbarajuste económico y social, sin contemplaciones ideológicas ni pusilanimidades de acomplejados. Si los que ahora mandan en nuestro país no reaccionan ya, con cierta rapidez y creatividad, no con mini reformas económicas que tienen de estructurales lo que un servidor de bombero, es que su opción es tan sectaria que no se merecen seguir gobernando.

A ver si nos enteramos que nos hemos convertido en europeos de chichinabo; que para recuperarnos harán falta no una sino varias legislaturas futuras, que superen la pésima credibilidad que tiene este gobierno, que contagia esa mala imagen como si fuera connatural a todo el país,  frente al resto de vecinos europeos.

Digo todo esto por la evidencia de la cantidad de personas honradas y trabajadoras que se están quedando por el camino a causa de los males endémicos que padecemos, concretamente en políticas de empleo, familiares, fiscales y de educación.

¡Ah!, olvidemos la ilusión de un rescate a la griega, pues el nuestro sería muchísimo más caro e Italia no dudaría en apuntarse de alguna manera. Y no está el horno europeo para muchos bollos.

¿Quién no sabe de situaciones personales y empresariales complicadas o extremas en amigos nuestros, o conocidos o vecinos? ¿Cómo les animamos? ¿Con embustes? ¿Diciéndoles que ya escampará, que es el juego democrático, que todos están igual…? Faltan políticos con sentido común y sentido del estado, que nos unan en la responsabilidad y en el buen criterio en este mundo cambiante. Nos sobran autoridades que extienden brumas a granel, según su conveniencia, que esconden la realidad y las soluciones intrépidas y revitalizadoras, que ceden a intereses malsanos a favor de unos pocos.

Busquemos la verdad que hay en las cosas, lejos de reduccionismos trasnochados que siempre acaban rebajando la dignidad de la naturaleza humana, ahogando a las gentes en una desilusión e infelicidad crónicas.

Toca ya montar una estrategia de solidaridad real, no de tópicos torticeros. Toca ya ser valientes y tomar la iniciativa. Pero sin engañarnos dejando que ningún gobernante actual o venidero tome la parte por el todo, ni permitiéndoles que siembren de conformismo acrítico a la gente joven, ni cediendo cuando se derrocha el dinero de los impuestos comprando a histriónicos corifeos.

Hemos de ver la raíz de la crisis y sanarla de la manera mejor para todos. Y es aquí donde el factor confianza va a ser clave en todo el proceso de recuperación. Pero para ello será preciso altura de miras, aprender a transmitir certezas y valores, sumar nuestro esfuerzo presente a la libertad de nuestros contemporáneos y de los que vendrán, a pesar de que algunos la puedan usar irresponsablemente. (Para evitarlo, que se pongan medidas de control que aplaquen el egoísmo cínico y la autosuficiencia que lo corrompe todo).

Que pongamos, sin tregua, una gran determinación y energía en esta lucha por el bien común. Sin olvidar que, aunque algunos nos griten lo contrario, todos los ciudadanos jugamos en el mismo equipo.

 

Y, por fin, desarrollemos una perseverante educación que evite sobreprotecciones y paternalismos; hagamos de la necesidad virtud y en los momentos difíciles mostremos ingenio y fortaleza. Sin miedos ni prejuicios, ya que aunque no esté el horno para bollos, el mal humor y los rencores son un freno fatal para las necesarias mejoras que precisamos.

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