El debate político sobre la pandemia: todos oyen, nadie escucha

Sesión del Congreso de los Diputados.
Sesión del Congreso de los Diputados.

Bienvenidos al día de la marmota, película de la que seremos protagonistas los próximos meses. Parece que hayamos retrocedido en el tiempo o que, mejor dicho, no hayamos avanzado nada. Con la llegada del frío otoñal, han vuelto a resonar los ecos del confinamiento y ya tenemos sobre la mesa un nuevo estado de alarma, acompañado, esta vez, de otros conceptos como el toque de queda o el cierre perimetral. En definitiva, estamos de vuelta a una situación de excepcionalidad cada vez ya menos excepcional.

Por supuesto, como no podía ser de otro modo, el otoño también nos ha traído viejos conflictos que reflejan los intereses partidistas e individualistas de la clase política. La reciente negociación para la prórroga del estado de alarma ha dado buena cuenta de ello. Durante las casi seis horas de debate en el parlamento, los diputados y diputadas han expuesto su postura, intentando persuadir al resto del hemiciclo, con la intención de influir en la votación, sin plantearse la opción de mediar y acercar posturas con la oposición.

Al ver las intervenciones de los diferentes representantes políticos, me he dado cuenta de que todos oyen, pero muy pocos escuchan el mensaje de su interlocutor. Dice el Dr. Luis Cortés Rodríguez, en su libro Cómo conocer mejor los discursos políticos, que el discurso parlamentario, en el que abunda la confrontación y el deseo de convencer al resto de oyentes, priman los mecanismos lingüísticos y retóricos propios de la argumentación y persuasión (intensificadores, contrastes, preguntas retóricas, ironía, atenuadores, etc.). Sin embargo, en su afán por convencer y ganar el apoyo de los grupos afines, a más de uno se le olvida prestar atención al mensaje emitido por sus oponentes.

Aunque unos hablan de “salvar la Navidad”, otros de la inconstitucionalidad del Real Decreto y otros de doblegar la curva, estoy convencida de que, si se escucharan, verían que sus posiciones no distan tanto y que comparten más opiniones e ideas de las que ellos mismos creen. De hecho, hemos visto cómo todos alaban la labor de los profesionales sanitarios, todos lamentan el número de víctimas fallecidas por la COVID-19, todos son conscientes del esfuerzo que está realizando el conjunto de los españoles y todos comparan la actuación de España con la de sus vecinos europeos. Curiosamente, de igual modo, vemos cómo las palabras responsabilidad, humildad, cooperación, unidad y consenso se repiten constantemente a lo largo de las diferentes alternancias de turno para apelar a la adhesión política.

Sin embargo, estas ideas de solidaridad y acción conjunta quedan en saco roto. La crisis sanitaria que atraviesa el país nos demuestra que nuestros representantes políticos no son siquiera capaces de establecer puentes en un momento tan crítico como el actual. Supongo que siempre resulta más sencillo identificar y resaltar los fallos y errores de la oposición, que adoptar una postura positiva y empática con respecto al discurso e ideas que expresa el rival político. Creo que va siendo hora de escuchar, dialogar y mediar. Estaría bien que sus señorías dejasen de mirarse el ombligo y aprendieran de otros que ya han dado un paso adelante, como pueda ser el caso del acuerdo ejemplar llevado a cabo entre los gobiernos autonómicos de las comunidades de Castilla-La Mancha y Castilla y León. ¿Por qué no son capaces de conversar sin mirar sus colores políticos? Sin duda, el diálogo es la forma más básica de interacción social y la mejor manera de resolver los conflictos políticos. Ahora, más que nunca, necesitamos una clase política con un discurso reflexivo, cooperativo y autocrítico.

 
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