Adivina quién viene esta tarde

Pero, sobre todo, adivina a qué viene.

La visita, esperada pero no por ello menos desagradable, es la del lehendakari Juan José Ibarretxe a La Moncloa. Una visita que, o forma parte de las normales entrevistas entre el presidente del Gobierno de España y los de las respectivas autonomías, o es la esquizofrénica reunión con alguien que se quiere aprovechar de las leyes de España para, transgrediéndolas, independizarse de España.

La primera hipótesis, la de una visita normal, hay que descartarla por completo. Pensar que Ibarretxe viene a hablar de la economía del País Vasco, de las infraestructuras, de la renta per cápita, de los problemas de la enseñanza o de la violencia de género más allá de Pancorbo, es rozar la memez.

Ibarretxe viene a contar su cantinela de siempre, a dar la vara una vez más, a poner cara mezcla de víctima y de intransigente, a apropiarse la representación única de los vascos, de todos los vascos, y a fotografiarse entrando y saliendo de La Moncloa estrechando la mano de Rodríguez Zapatero.

¿Pura propaganda? No, hay algo más. Ibarretxe viene a poner –más aún, si es posible- al presidente del Gobierno entre la espada y la pared. Viene a intentar que se le caliente la boca y que muerda el anzuelo. Viene a conseguir llegar a Vitoria y decir aquello de ‘me han oído y se han enterado’. Viene a ‘apurar’ al máximo las posibilidades de arrastrar al presidente a una consulta absurda e ilegal. Viene, en definitiva, a intentar que se mueva algún árbol de La Moncloa para ver si cae alguna nuez.

Y ¿qué se va a encontrar Ibarretxe? Es de suponer que, como siempre, la engolada ambigüedad, la cortesía institucional, el ‘todo cabe dentro de los límites de la Constitución y nada fuera de esas líneas’, el ‘le he dicho al lehendakari lo de siempre’, etc. etc. Nada con sifón.

Y mientras, ¿los españoles? Enterándose de poco, sospechando mucho y con la mosca detrás de la oreja. Apenas llega una información clara y contundente, todo son declaraciones del ‘quiero y no puedo’, hablillas de cara a la galería, confusión legal y constitucionalismo de guardarropía.

Entretanto lo que hay son muchas sospechas de pactos subterráneos y de apaños a varias bandas, mezclados con sensaciones de que no se cuenta todo.

En cualquier caso, mal dadas le vienen al Gobierno tras la visita de Ibatrretxe. El lehendakari llega a Madrid y no tiene nada que perder. La pregunta es si viene porque tiene algo que ganar.

 
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