Alcaldadas

En los pocos días que llevan gobernando los nuevos ayuntamientos surgidos de las recientes elecciones municipales, ya nada nos sorprende.

Parece que se hubieran puesto de acuerdo tres alcaldesas, de tres ciudades importantes, para sorprendernos. Cada una en su estilo, cada una con su propia manera de hacer, pero las tres han ‘soltado’ tres perlas que no tienen desperdicio.

Comenzó la alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, afirmando muy seria que las fiestas del orgullo gay, tenían que ser tan importantes como las de San isidro.

Siguió Ada Colau en Barcelona, paralizando inversiones y licencias de obra en el sector turístico de Barcelona, para hacer, durante un año, un plan estratégico sobre la situación y necesidades de la Ciudad Condal en esa materia.

Y finalizó en el tercer turno la alcaldesa socialista de Córdoba, Isabel Ambrosio, anunciando su intención de retirar de las dependencias del Ayuntamiento un cuadro de San Rafael que tiene más de 400 años de antigüedad.

Medidas todas ellas de urgencia, trascendentes y de una repercusión inimaginable en el futuro de las tres capitales, e inconmensurables para el bienestar de cordobeses, madrileños y barceloneses.

Como se sabe la importancia de San Rafael en Córdoba es mínima, apenas hay varones cordobeses que lleven ese nombre y a los nacidos a la sombra de la Mezquita, les trae sin cuidado la figura del Arcángel.

Aunque la alcaldesa haya rectificado - no sin dejar claro que piensa retirar todo signo religioso - el sectarismo está servido.

Lo mismo que les ocurre a los madrileños con San Isidro y los festejos que rodean su fiesta. Vamos, que no pasaría nada por suprimir la fecha y, si de paso, nos cargamos la feria taurina más importante del mundo, pues mejor que mejor.

 

Y en cuanto a la decisión de Colau, todo el mundo conoce las deficiencias de la dotación hotelera y de las infraestructuras en materia turística de Barcelona, que es una de las ciudades europeas peor considerada por el turismo extranjero y nacional, por lo que las voces de todos clamaban por la existencia de un plan estratégico que no llegaba hasta que llegó (valga la redundancia) Colau a la Plaza de San Jaime.

Alcaldadas, que no sorpresas, porque ya vamos conociendo el paño.

Y lo que nos queda por ver.

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