Bambi y el sabio de Hortaleza, esclavos de sus palabras

Efectivamente, ambos tienen la manía de mirar a los ojos de la gente: ya sea a un futbolista o a alguien de Batasuna.   Si no sonara a impropiopodría encontrarse un cierto paralelismo entre las trayectorias en las que, estas últimas semanas, se han embarcado José Luis Rodríguez Zapatero y Luis Aragonés.   Ambos –por razones distintas- han estado o están en la cresta de lo ola y los dos juegan constantemente con las palabras dichas y con la palabra dada. Claro que no es ni remotamente comparable la trascendencia de una negociación con ETA con el fracaso de un equipo de fútbol. Nada tienen que ver las promesas de un futbolero con las de un Presidente de Gobierno, pero sí es bueno detenerse a pensar en el valor que nuestros hombres públicos dan a su palabra.   La declaración de Zapatero en torno a las negociaciones con ETA y con Batasuna –tanto monta-, independientemente de ser un galimatías ininteligible, es la constatación palpable de alguien que no cumple lo que dice, de un político que hace promesas que después incumple de forma flagrante y de hombre público que tiene una voluntad patente de engañar.   Ni arrepentimiento de terroristas, ni condena de la violencia, ni cese de acciones armadas, ni antes paz y después negociaciones. El eufemismo que nos quiere vender Patxi López de que el que habla con ETA es el Partido Socialista de Euskadi y no el Gobierno de España, no cuela. La cantinela de reunirse con terroristas para mirarles a los ojos y decirles que son muy malos tampoco es de recibo, y las noticias constantes de negociaciones y contactos desde hace años ponen los pelos de punta a cualquier ciudadano.   Luis Aragonés habla y habla. Tampoco dice nada, pero sí que se entendió algo así como que si no pasamos a cuartos no seguiré. Pues sigue. Sigue hasta la Copa de Europa de Selecciones. Y, cuando aún se escuchan los silbidos de nuestro fracaso contra la Francia de Zidane, el sabio de Hortaleza nos dice que quiere ganar la Copa de Europa. Pelín pronto para empezar la venta del burro viejo.   Allá cada uno con sus palabras y con su palabra. Pero sí convendría que tanto Rodríguez Zapatero como Luis Aragonés –salvando lo que de frívolo pueda tener meterlos a los dos en el mismo saco- pensaran que no es lo mismo ser esclavo de sus palabras que serlo de su palabra.

 
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