Cataluña: Vamos con la tercera
Cataluña siempre ha tenido una gran afición al flamenco. Magníficos intérpretes, guitarristas y cantaores y un género tan propio y tan brillante como la rumba catalana. Por eso es encomiable, ahora que se acerca la Feria de Abril, que los independentistas catalanes ‘vayan con la tercera’. La tercera que se canta y se baila en las casetas y que tanta afición congrega, también en el Principado.
La situación catalana tiene mucho de baile y mucho de toreo, mucho de desplantes y posturas que se entrecruzan como en esa tercera sevillana.
Carlos Puigdemont -huido y errante por Europa- fue la primera propuesta, una sevillana golfa, imposible de bailar honradamente y hecha de artificios, pases mentirosos y posturas falsas.
La segunda corrió a cargo de Jordi Sánchez. Otra propuesta fallida, renuncia lacrimógena, apenas unos pasos y poco más.
Y vamos con la tercera de la que se quiere encargar Jordi Turull, personaje demasiado visto en la feria de la política catalana desde hace años, mirando siempre a la puerta de la caseta por si vienen mal dadas en los juzgados y con un discurso en el que intenta nadar y guardar la ropa.
Nada de nada.
Pero la realidad es mucho más amarga que un baile y que unas propuestas fallidas de antemano. Por mucho que se hable de diálogo y de coser heridas, el problema de Cataluña sigue sin resolverse. Se pondrán parches o se coserán remiendos, pero lo cierto es que no se resuelve y hay que pensar que no se soluciona porque nadie sabe cómo.
O los políticos, todos los políticos, se ponen a la tarea, miran más allá de sus narices ideológicas unos y de sus cantinelas ordenancistas otros y dejan a un lado sus intereses de partido y sus tópicos electoralistas o hay caso catalán para rato.
Y además sin saber de qué color tiene que ser ahora el lazo que se pondrá Torrent, para las cacicadas en el parlamento de Cataluña.
