Despreciable, cobarde, hipócrita y desleal

Lo ha dicho Ana Iríbar, viuda de Gregorio Ordóñez, en la cámara vasca refiriéndose a Juan José Ibarretxe, lehendakari de Euskadi. Y lo ha dicho una mujer a la que ETA destrozó la vida y que ha dado un continuo ejemplo de firmeza, de serenidad y, ahora, de valentía.

No lo ha dicho una mujer despechada, rencorosa, histérica en un momento de calentura. Ponía la carne de gallina escuchar la serenidad de su voz mientras las palabras se le quebraban por el llanto contenido: ‘desde aquí, presidenta, quiero trasladarle al lehendakari vasco mi más sincero desprecio por su deslealtad, por su hipocresía y por la cobardía con la que actúa contra la memoria de Gregorio Ordóñez, en contra de los principios democráticos que son los míos y los de miles de ciudadanos, en contra de las razones por las que Gregorio fue asesinado’.

Se conmemoraba un aniversario del asesinato y se descubría una placa en el parlamento de Vitoria. Una mujer valiente a la que no le salían las palabras pero a la que se le entendió todo y ese todo consistió en lo que tanto años llevan sin atreverse a decir a Ibarretxe una recua de políticos de lance que ahora hablan de que sus palabras fueron partidistas. Sobre la ignominia, el juicio miserable.

Tras escuchar a Ana Iríbar suenan más huecas que nunca las vaciedades de un lehendakari que se escuda en un mal entendido mandato del pueblo vasco para no combatir al terrorismo y para llevar años poniendo paños calientes sobre el humo de las bombas y de los disparos.

Sus mensajes a vascos y vascas llevan varios años cayendo en la nada. Ni una gestión, ni una toma de decisiones, ni una sola iniciativa para tratar de solucionar algo que está minando a la sociedad vasca de la que es responsable desde hace demasiados años.

Una vez más, hay que decirlo. Los asesinos de la banda terrorista cumplen con su cometido y nadie puede llamarse a engaño, porque no engañan a nadie. Quien engaña y no cumple con lo que de él espera una sociedad democrática y sanamente estructurada es el lehendakari Ibarretxe.

Lo demás son mentiras y coartadas. O, como muy bien ha dicho Ana Iríbar, esa mujer valiente, acciones despreciables, cobardes, hipócritas y desleales.

 
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